El polo opuesto del amor no es el odio, como muchos piensan, sino el egoísmo y éste consiste en un amor desmedido a sí mismo. La actitud que hoy toma la sociedad ante la búsqueda de la felicidad es muy individualista y egoísta, tanto que no se considera nada ni nadie con tal de alcanzarla, pero esa forma de vida sólo lleva a dañarse uno mismo y a los que nos rodean. El antídoto para el egoísmo, ¡es amar! Pues la verdadera felicidad consiste en amar a los demás y hacer felices a otros.