¡Libre para amar!
 

Destruyendo la conciencia
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Parece irónico que una persona que se esfuerza en buscar su felicidad, pueda hacerse daño a sí mismo. La verdad es que esto no pasa de manera conciente, las personas realmente quieren ser felices, lo cual no está mal, pero buscan su felicidad de manera equivocada; quieren ser felices a toda costa y no se dan cuenta que la real y verdadera felicidad no consiste en acumular riquezas, disfrutar de los placeres más intensos o tener todo lo que este mundo ofrece.

La verdadera felicidad consiste en amar a los demás, consiste en darse, en ser responsable, en hacer felices a otros. Y en esa felicidad la persona puede ser feliz, la persona encuentra paz, satisfacción y una conciencia que aprueba todas las cosas que hace porque las hace buscando el mayor bien de los demás.

El egoísmo destruye la conciencia. Todas las personas tenemos una conciencia, que es como un juez que nos dicta cómo debemos hacer las cosas y nos dice si nuestras acciones son correctas o no. La conciencia es como una norma en la que están establecidos todos los parámetros con los cuales nacemos.

Por ejemplo, todos sabemos que mentir está mal, es algo innato; todos sabemos que robar y agredir a una persona está mal; todos nacemos con ese entendimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Pero esos parámetros originales se empiezan a alterar por la influencia de la misma sociedad y por las actitudes y decisiones de la persona.

Los valores de las personas empiezan a cambiar hasta llegar al punto en donde a lo malo le llaman bueno y a lo bueno le llaman malo. En esa búsqueda egoísta de la felicidad, las personas hacen cosas que van en contra de su conciencia.

Todos sabemos que las cosas hay que ganárselas honestamente. Imaginemos al joven que está a punto de presentar un examen y no puede o no quiere estudiar. Su conciencia le muestra al joven que debe estudiar para pasarlo, que lo correcto es que se esfuerce para alcanzar su meta. Entonces, el joven hace trampa, hace “acordeones” y, una manera oculta, saca las respuestas y las copia.

Después de obtener una calificación aprobatoria, siente un descanso y una satisfacción y se dice: “Bueno, aprobé, pasó el problema, ya me tranquilizo”. En este caso, él sabe perfectamente que no hizo lo correcto. De hecho, en algunas encuestas que se han hecho con jóvenes en donde se les pregunta sobre este tipo de actitudes, ellos dicen: “Es cierto, no es del todo correcto, pero es válido porque debemos aprender a sobrevivir en esta vida, debemos aprender a vencer los obstáculos”.

Estos comentarios denotan cómo, a edades tempranas, ellos empezaron una vida de corrupción violando sus principios morales. Su conciencia les dicta que eso no está bien, pero no hacen caso, lo que buscan es su propia felicidad, su propio interés; en lugar de estudiar quieren irse a la fiesta o con el novio(a). Viven de una manera egoísta, no les importa engañar al maestro, a sus padres o a la sociedad; ellos quieren pasar a como dé lugar.

El futuro del egoísmo
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