¡Libre para amar!
 

Consecuencias de vivir egoístamente
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

No hace mucho hubo una encuesta en la ciudad de México en la que se le preguntaba a la gente qué pensaba de las personas que sabían robar y sacar ventaja de los demás. La respuesta fue increíble: un gran porcentaje de los encuestados decían que aquellos que sabían robar sin que los agarraran eran personas de éxito, que sí sabían cómo aprovechar esta vida.

Es impresionante, pues la gente empieza a perder el sentido de lo que es recto y correcto; estaba siendo aprobada una conducta delictiva. Esa forma egoísta de vivir lleva a destruir los valores morales. Obviamente, a una persona que roba su conciencia le acusa al principio, pero conforme pasa el tiempo la persona se acostumbra a robar.

Siempre hay un temor a ser descubierto, pero el hecho de que la conciencia ya no le acuse y que él sigua pensando que eso es bueno, denota su actitud egoísta: no piensa en el daño que ocasiona a los dueños de las cosas.

Además, la persona endurece sus sentimientos, se vuelve insensible a las necesidades y al dolor de los demás. No siente empatía, es decir, no siente esa identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Cuando una persona es egoísta se vuelve cruel y despiadada, no entiende a las personas contra las cuales arremete.

El marido que comete adulterio no entiende porqué la esposa llora o porqué los hijos lo rechazan, no entiende el daño que causó e incluso le reclama a los demás: “Es que tú no me entiendes, no me dejas vivir a gusto, no me das libertad, me quieres tener amarrado”.

Entonces se molesta porque, según él, su pareja no lo entiende. A ese nivel llega una persona que vive de manera egoísta, hasta el punto de pensar que todos deben de soportar y aprobar su conducta. Por ejemplo, al dejar embarazada a una mujer en una relación sexual ilícita, el hombre dice: “Aborta al niño, no quiero problemas”. Ahí muestra su falta de compromiso y amor por los demás, sólo piensa en sí mismo.

Recuerdo el caso de un hombre que tenía esposa e hijas ya grandes. De pronto su esposa se puso enferma y las hijas empezaron a ayudar a su madre. El hombre se hartó después de unos meses y le dijo a su esposa: “¡Ya levántate de esa cama, ya no me atiendes!” Su esposa estaba muy mal y él no había hecho nada para ayudarla. Entonces decidió irse de la casa con otra mujer.

Esta persona sólo vio por su interés y como ya no obtuvo lo que quería, se fue. El quería ser feliz y no le importó el dejar enferma a su mujer y abandonar a sus hijas. Esa es la forma de pensar de la sociedad hoy en día: quitar todo lo que estorbe a la felicidad individual. Es placer contra dolor. Hoy la gente busca su felicidad a costa de provocar dolor a otros.

¿Cómo cambiar mi forma de vivir?
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