¡Libre para amar!
 

Introducción
 

Por: Ing. Gilberto Sánchez

Actualmente, la sociedad ha asumido una forma de vida y una actitud individualista que busca la felicidad, pero que lamentablemente la busca de una manera que, lejos de ayudar, causa un gran daño a la persona, a la familia y a la sociedad en general. Nos referimos al amor y al egoísmo; dos polos opuestos.

El amor no es sólo un sentimiento. Mucha gente piensa que el amor consiste en emociones muy fuertes; si bien es cierto que las emociones son parte de nuestra vida, no son el fundamento del verdadero amor. Éste consiste en buscar el mayor bien de los demás, sin esperar nada a cambio. Esa es la clase de vida y actitud que no daña, pues no busca el beneficio propio, sino que respeta a las demás personas.

Cuando vemos a un padre que le dice a su hijo cuánto lo quiere, lo abraza, lo besa y juega con él, estamos viendo una expresión afectiva del amor. Pero también es muy importante la expresión práctica del amor, que se traduce en actos de respeto y cuidado hacia las demás personas. El amor incluye proteger a los más desvalidos e indefensos, como son los hijos.

El amor en casa se demuestra en hechos sacrificiales. Muchas veces los padres se privan de muchas cosas con el propósito de cuidar, proveer y proteger a los hijos para que tengan una formación integral y para que el día de mañana puedan agradecer a sus padres.

Por otro lado, existe también el egoísmo. Una definición muy sencilla de egoísmo es un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés sin cuidar el de los demás. Una persona egoísta solamente está pensando en sí misma, está muy preocupada por cómo se siente y por tener cubiertas todas sus necesidades personales. Debido a esa forma de vida se descuida el bienestar de los demás.

En busca de la felicidad
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