La Vocación de ser Madre
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Un buen comienzo

En una ocasión le preguntaron a Napoleón: “¿Qué se necesita para restaurar el prestigio de Francia?” La respuesta de este gran hombre fue: “Dénos mejores madres”.

El arte de la maternidad demanda mucho entrenamiento y habilidad. No es solamente ser la mesera de la casa o la cocinera, o la que plancha; al contrario, es poder estar con cada uno de sus hijos, conocer sus necesidades y podérselas suplir.

Cuando una mujer ha escogido la gran profesión, el supremo llamamiento de ser madre, aprenderá primeramente a someterse a su esposo como al Señor, tal como lo dice el sagrado texto:

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella.”                                                                                   Efesios 5:25

Para que una mujer respete a su marido, éste deberá ganarse su respeto amándola, sirviéndola, dándole cariño. Así ella fácilmente se someterá a su liderazgo. Ese es el diseño de Dios, que el hombre lleve un liderazgo de amor en su casa.

En un liderazgo lleno de amor las cosas funcionarán de mil maravillas, pero cuando el hombre se convierte en un dictador o en un tirano, áspero y sin respeto a su esposa, las cosas entonces no funcionarán en casa, y no habrá respeto.

Dios, el Creador de la familia le dijo al hombre: “te haré ayuda idónea”, esto lo encontramos en Génesis 2:18. Dios le llama a la mujer la ayuda idónea, el soporte.

Es hermoso ver cómo una mujer puede ayudar a su marido a lograr metas en la vida. Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, y eso es innegable.

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