EL ALCOHOLISMO ¿HAY ESPERANZA DE VENCER ESTA PERSISTENTE ADICCIÓN?
 

“Soy alcohólico y drogadicto”
 

Entrevista a “Adrián”, “Juan” y “Jesús”, miembros
del Centro de Tratamiento de la Central
Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos
Anónimos, A.C. en Torreón, Coah.

Por: Mtra. Olga Garrido Barocio

 

OLGA- Muy interesante, yo creo que nos podríamos quedar aquí mucho tiempo escuchándote, pero yo quisiera también preguntarle a Juan: ¿cuál fue tu experiencia?

JUAN- Hola yo soy Juan, soy alcohólico y drogadicto, y mi experiencia es similar a la de Adrián, en cierto sentido, porque yo empecé a tomar también a los 13 o 14 años. La primera vez que tomé fue mi primera borrachera y no me gustó porque hubo mucha presión social de mis amigos, así de: “toma, toma, toma, toma” y ya cuando me puse borracho me dormí, me caí de donde estaba acostado, era un sillón, me rayaron y, al día siguiente, la cruda y no me gustó nada. Dije: “¿esto qué chiste tiene?”.

Entonces, sí seguí bebiendo, ya muy controlado y sí había presión social, hacía como que tomaba y tiraba a la maceta o al piso lo que me servían, hasta que conocí las drogas a los 16 años. La primera vez que probé la mariguana dije: “esto sí es lo mío”, y desde ese primer momento que consumí, sentí necesidad de controlarlo.

Desde ese primer momento me fumaba una cajetilla diaria de cigarros y dije: “Pero
si le entro a esto ¿a dónde voy a llegar?” Llegando al grupo, años después, me
di cuenta que sentir “la necesidad de controlar” es como un foquito amarillo, que
nos indica que hay un problema, pero lo supe muchos años después, casi 10
años después, que ese era un foco amarillo.

Mi primer consumo me gustó tanto que me dio miedo y dije: “Una vez al año no hace daño”, entonces cumplí mi aniversario, digamos, de consumo, cuatro años. Ahorita no me acuerdo si era en marzo o en mayo, pero era el 23, siempre que se acercaba la fecha decía: “¡Qué padre, qué fregón, ya va a llegar”, y era una sensación de que no había problemas, no había preocupaciones, no había compromisos, no había nada más que estar escuchando la música y reírme, era así como que mi momento del año en que no existía nada más que disfrutar.

Cuando fue el cuarto aniversario empecé como que a perder miedo, dije “bueno, si está tan padre, ¿por qué nada más una vez al año? Entonces fue cada cuatro meces, luego cada tres, luego cada dos y luego cada mes.

En ese momento empezó a aumentar mi consumo, yo ya vivía aquí en Torreón, estaba estudiando la carrera, y me fui a hacer servicio social al D.F. Allá se me facilitó más el consumo y fue ya como así, sin culpa, pensando “todos lo hacen”, “estoy chavo”, “es lo que me toca”, “no le estoy haciendo daño a nadie más que mí y ni tanto”...es lo que me decía.

En ese tiempo sí seguía tomando, pero seguía sin gustarme la borrachera, así como dice Adrián, me tomaba una copa y me tomaba un litro de agua y la segunda la mareaba,  cerveza y agua, para tratar de quedarme en ese nivel de disfrute, porque yo siempre que me emborrachaba me dormía, vomitaba y me dormía, nomás la copeaba, no me ponía agresivo, entonces se me acababa el día.

Entonces, ya perdí miedo, perdí culpa y empecé a consumir todos los días, era una vez al día, y luego dos veces al día, y luego tres veces al día, y luego cuatro veces al día, hasta que llegó el momento en el que el único momento del día en el que estaba sobrio era cuando estaba dormido.

En cuanto me despertaba, lo primero era buscar la “fachita” o la “pipa”, antes de apagar el despertador, antes de todo, para poder activarme, para poder ser yo; y yo insistía en mi mente: “es normal”, “estoy bien”, “voy a la escuela, estoy trabajando, estoy haciendo mis obligaciones...”, ¿a quién le hago daño?”

 Nunca llegué a la cárcel, nunca choqué, entonces me comparaba y decía: “tal persona sí tiene un problema, yo no”.

Mis papás se dieron cuenta y le bajé a mi consumo; ya en ese momento había probado muchas cosas más, como que le fui perdiendo el miedo, el respeto a los demás vicios, después de la mariguana probé los ácidos, después el éxtasis, y luego las esponjas, etc.

Le fui perdiendo el miedo a todas las sustancias, excepto algunas, por ejemplo, la cocaína, me la ofrecieran y aunque me insultaran, eso yo no.

Me sentía muy listo, pues por la carrera que estaba estudiando, teníamos clase sobre los “neurotransmisores”, o sea, lo que pasa en el cerebro. Y yo decía: “Yo sé qué consumir y qué no consumir, yo sé qué mezclar para andar en un buen nivel...” y así me justificaba.

Decía: “Yo estoy bien, yo tengo control”, cuando en realidad lo que me controlaban eran las sustancias.

Mis papás me amenazaron, y entonces le bajé a mi consumo y mi mamá no me creía, y quiso hacerme un antidoping, y yo exploté y empecé a gritar y le empecé a pegar a la pared y decirle que era mi vida, que me dejara.

Me dijo: “es que tú no eras así, tú ya eres otra persona, ¡te voy a anexar!”

Y yo no quise, la solución más fácil fue un grupo pero yo iba al grupo y seguía consumiendo y le empezaba a contar a mi mamá: “dijeron esto y lo otro...”, pero yendo al grupo, con las experiencias de los demás compañeros, me fui reflejando, me fui identificando, me fui viendo, de cómo podía llegar al futuro y me di cuenta de que “a lo mejor” no tenía control, “a lo mejor” sí soy adicto... y ya llevo un año en el grupo.

Olga: Qué interesante escucharlos, pero qué impresionante también. Después de escuchar estos dos impactantes testimonios de Adrián y de Juan, quisiéramos que Jesús nos comente ¿cómo es la ayuda que reciben en los Centros de Tratamiento?, ¿Cómo trabajan en los casos como el de Adrián y Juan?

JESUS: Gracias por la oportunidad. ¿Cómo funcionan los grupos de Alcohólicos Anónimos? En mi caso personal, yo tenía una total ignorancia respecto a los grupos de Alcohólicos Anónimos.

El antecedente conmigo fue por una persona que ya tenía 6 meses en el grupo y es quien me pasó el mensaje; sabía bien que yo tenía problemas. Desafortunadamente la enfermedad es una enfermedad de negación, porque se padece, pero no se acepta de buenas a primeras.

Cuando yo llego a Alcohólicos Anónimos fue porque los latigazos del alcohol y mi vida
que llevaba, me hicieron que yo fuera a un grupo. Fue una necesidad, no podía dejar
de beber definitivamente. Intenté de muchas formas y no pude, desconocía que soy
una persona impotente ante el alcohol.

Inclusive tenía miedo de llegar. Ese día tenía miedo a que me rechazaran porque me sentía rechazado por mí mismo y de los demás, esa es una etapa del alcoholismo y la drogadicción, pero fuí afortunado, cuando ellos me dan el aplauso, me sentí muy bien. Ese mismo día yo ya iba derrotado totalmente, yo sabía que estaba enfermo pero faltaba que lo aceptara, y ahí empezó el tratamiento.

El programa de Alcohólicos Anónimos consta de 12 pasos donde hay la aportación de la medicina, de la psicología, de la religión, y nuestras propias experiencias. Un programa que no es obligatorio, es un tratamiento personal.

Cinco puntos básicos en los pasos de recuperación
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