EL ALCOHOLISMO ¿HAY ESPERANZA DE VENCER ESTA PERSISTENTE ADICCIÓN?
 

Testimonio de un alcohólico
 

Entrevista a “Adrián”, “Juan” y “Jesús”, miembros
del Centro de Tratamiento de la Central
Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos
Anónimos, A.C. en Torreón, Coah.

Por: Mtra. Olga Garrido Barocio


OLGA- ¡Qué tal queridos amigos! Gracias por leer una edición más de su programa Esperanza para la Familia, donde nos interesa su futuro y las decisiones que usted está tomando día a día en busca de su bienestar y el de su familia.

Hoy hablaremos del alcoholismo y cómo lo estamos combatiendo en nuestro país.

Para abordar este tema, entrevistamos a tres miembros del Centro de Tratamiento de la “Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, A.C”: Adrián, Juan y Jesús; muchas gracias por acompañarnos.

En una entrevista anterior hablamos de “los enemigos de los jóvenes” y, entre ellos, se mencionó el alcoholismo; por eso quisimos dedicar este programa a tratar exclusivamente el tema del “Alcoholismo”. Así que quisiera empezar con Adrián,  y preguntarte ¿qué pasó contigo?

Testimonio de un alcohólico

ADRIÁN-Muy buenas tardes, mi nombre es Adrián y soy alcohólico. Primero que nada, agradezco la invitación y les comento un poquito acerca de cómo llegué al grupo. Yo llego al grupo teniendo 20 años de edad, siendo estudiante y a través de una psicóloga de la escuela, a quien acudí para pedirle ayuda, (ya que no me atreví a pedírsela a mis papás, no me atreví a pedírsela a mi familia, ni me atreví a pedírsela a los amigos) ...tuve más confianza con una persona que era desconocida, pero al fin y al cabo, profesional.

Obviamente, mi manera de tomar empezó como un juego, como algo normal, por curiosidad. Empecé a tomar desde los trece años y, al principio, era algo que no era muy cotidiano, sólo algunos fines de semana con los amigos, como parte de “la travesura”.

Era, en parte, hacer cosas que hacían mis hermanos más grandes, mis compañeros más grandes de la escuela, pero de lo que me di cuenta, es que desde mi primer contacto con el alcohol pude haber visto que esto iba a generar problemas en mi vida.

Cuando tuve mis primeros contactos con el alcohol, cambió mi personalidad, de ser yo una persona más seria, algo introvertida, muy callada, empiezo a beber y empiezo a divertirme, me empiezo a reír, a contar chistes, empiezo a relacionarme mejor con las personas, me empiezo a acercar a las chavas, empiezo a tener más contacto con otras personas.

Eso me gustó mucho: la personalidad que sacó el alcohol en mí; entonces, las primeras veces que tomé me gustó mucho el efecto, y me gustó tanto que no pude detener mi manera de tomar desde el principio.

Obviamente, al principio me daba mucha risa, pues entre mis amigos y yo festejábamos. Tenía problemas con mi familia porque cuando estás en la fiesta, con los amigos, en el alcohol, por lo general llegas tarde a casa y empiezas con problemas por la hora de llegar.

En mi caso, mis papás siempre me esperaban para ver cómo llegaba o iban por mí, entonces siempre les tocaba verme cuando me iba cayendo o a veces llegaba vomitando a la casa...  Desde el principio, vi un problema para controlar mi manera de tomar, pero como no era algo muy cotidiano, era algo así cada dos semanas, no representaba en ese momento un gran problema más que con mis papás.

Sin embargo, algo que aprendí cuando llegué a Alcohólicos Anónimos, es que esta es una enfermedad, y que esta enfermedad es progresiva. Obviamente, empecé con una cantidad de alcohol en los fines de semana, pero luego esa misma cantidad de alcohol, para llegar al estado en que a mí me gustaba estar, necesitaba ser mayor. Empecé a tomar más y más y a tomar más seguido.

Esto del alcohol me regaló el ser aceptado en varios círculos sociales, me regaló tener un reconocimiento por parte de la gente, porque beber alcohol es algo muy aceptado en la sociedad, no es algo tan castigado.

No era algo que a mis papás les tuviera con mucho pendiente; por las faltas de disciplina no me regañaban, porque era como algo que veíamos “muy normal”. Cada vez que me pasaba de copas lo veían como algo de mi edad, como una etapa que yo tenía que estar viviendo, algo como que “se me pasó, pero a la próxima me controlo”.

Entonces, como a los 16 años, más o menos, yo ya tomaba más frecuentemente, ya casi siempre eran los viernes y sábados, y durante el fin de semana. Nos juntábamos a tomar en casas, siempre teníamos la capacidad de conseguir alcohol en tiendas, en expendios, si no, pues lo sacábamos de la casa y, entonces, me empecé a dar cuenta de que algo no era normal: cuando empecé a tener lagunas mentales.

Cuando empecé a tener lagunas mentales -nosotros le llamamos la pérdida
de memoria- durante un lapso al principio, pues, yo perdí la memoria. Como
por 15 minutos no me acordaba exactamente cómo había llegado a mi casa,
no me acordaba de algunas cosas que había dicho, no me acordaba a veces
de si había llegado de una fiesta o no.

Sin embargo, estas lagunas mentales cada vez fueron más frecuentes, esto hizo que en mi interior tuviera un sentimiento de culpa por no acordarme de todo lo que había hecho, y que las personas me tenían que estar diciendo lo que había hecho, por ejemplo: “ayer la regaste”, “ayer hablaste de más”, “ayer te pusiste agresivo”, “...te pusiste a llorar”, y de todo eso yo no me acordaba.

Entonces, desde ese momento, empecé a querer tener un control sobre mi manera de beber, empecé a beber una cerveza y después tomaba dos vasos de agua y después otra cerveza. Después trataba de empezar a tomar muy tarde, para no tener tanto tiempo de estar tomando o, por ejemplo, los típicos consejos de: no combinar el tipo de alcohol, no cenar muy pesado, porque supuestamente cuando cenas pesado no la absorbes tan rápido.

Son consejos que te da mucho la gente, que te dan los familiares, que te dan muchas personas, pero yo los tomaba porque yo no quería llegar al punto de ya no acordarme de lo que hacía. A mí me gustaba estar en el estado de “me siento bien”, “me siento alegre”, eso que todos decimos que “andas Happy”, pero no me gustaba estar ya cayéndome, no me gustaba estar vomitando, no me gustaba no acordarme si me había divertido, si había llorado o si me había enojado.

Entonces, desde ese momento, empecé a pelear con mi manera de beber y era una lucha de tomarte una cerveza y luego después decir ¿me puedo tomar la otra o no?, era una lucha interna, conmigo, y después decía: “no, pues sí me tomo la otra, es temprano, solo son dos, no hay problema, con dos no me voy a poner así...” pero después desaparecían esas ganas de controlar mi manera de beber y empezaba a beber de una manera ya compulsiva.

Cuando llego a Alcohólicos Anónimos, empiezo a entender que parte de esta enfermedad, del alcoholismo, es su parte mental. Cuando no estamos bebiendo tenemos una obsesión por beber, al momento de estar pensando “¿cuándo va ser la próxima vez que voy a beber?” o al estar organizando la fiesta, estar viendo a ver qué voy a comprar de alcohol, “el antojo de” porque hace mucho calor, se me antoja una cerveza... es una obsesión que es sutil, no la puedes controlar, te llega.

Sin embargo, cuando tienes el primer contacto con el alcohol se despierta una compulsión física y esa compulsión física -a mí me la explicaron los compañeros de más tiempo, como un tinaco al que le quitan el flotador- entonces empiezas a tomar, a tomar y a tomar, aunque tengas que hacer algo el próximo día; si tienes algo en ese momento y no puedes estar bebiendo o tienes que volver a la escuela, tienes algún compromiso de llegar temprano, alguna responsabilidad, se te olvida al momento que tienes el contacto con el alcohol y solamente te estás preocupando por beber más y más.

Entonces, de estar yo preocupado por tener un examen al siguiente día o un miércoles, ya era otra mi preocupación, pues al momento que yo tenía contacto con una cerveza, era mi pensamiento cómo le iba hacer yo para conseguir más alcohol y seguir tomando toda la noche...

“Mis primeros síntomas”
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