Lo que debe formar un padre en sus hijos VI Parte: Relaciones significativas en su vida
 

Por qué es tan importante establecer relaciones duraderas
 

Por: Lic. Eduardo Alvarado

Los investigadores sociales, determinan sin lugar a dudas que aquello que hace más feliz a la gente como ninguna otra cosa, son establecer relaciones estrechas. ¡Qué importante conclusión! Y es que el aislamiento, en un grado extremo, hace que las personas podamos llegar a la locura. Pocas cosas entonces en la vida, nos satisfacen y ayudan tanto, y sobre todo en esta época, como establecer relaciones sólidas.

Esto me trae a la memoria aquello que expresó el Señor Jesucristo. En el texto sagrado se puede ver que en una ocasión, él les dijo a los suyos: Ya no os llamaré siervos, porque El siervo no sabe lo que hace su Señor, mas os he llamado amigos porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.

Si nos damos cuenta Jesús, el hijo de Dios, hizo una distinción muy especial para aquellos con quienes quería tener una relación más profunda, más significativa, más íntima. Dando a entender que a ese círculo íntimo, les hablaría de una manera tan clara que no tendrían lugar a dudas; que por cuanto quería hacerlos cercanos, les hablaría de todo lo que era importante que supieran. Una relación muy personal, de amigos íntimos.

Otro relato importante

Me encantó este relato que habla acerca de algo que es eminente empezar a realizar en principio con su familia para que se establezcan relaciones importantes, pero que de aquí debe trascender para empezar a formar relaciones duraderas con otras personas. Me refiero, a ver a los demás como una parte importante con quienes podemos establecer una relación de largo plazo, y para ello, los empezamos a apreciar de una manera importante, a veces, más que a nuestros propios deseos. Como dándole a entender que para nosotros es muy valiosa su persona. Estimando a las personas como superiores a nosotros mismos.

En otras palabras, la idea sería enseñar a nuestros hijos que todas las personas somos seres dignos de respeto y que de hecho aquellos que parecen más desprovistos de afecto, son con quienes podríamos acercarnos para establecer un vínculo de amistad y al mismo tiempo lograr un doble propósito: primero; ayudarles a esas personas, ya que probablemente por su condición no son considerados; y en segundo, ayudará a nuestros hijos para entender que para que se establezca una verdadera amistad, es mejor dar o ir, que esperar que vengan a nosotros o que hagan por nosotros. No discriminando a ninguna persona. Este es el relato:

“En Brooklyn,  Chush, es una escuela para niños con limitaciones de aprendizaje. Algunos alumnos reciben allí toda la educación escolar, mientras que otros pueden ser referidos a escuelas regulares. En una cena de recaudación de fondos, el padre de un niño de Chush presentó un discurso inolvidable.

Después de elogiar a la escuela y a su dedicado personal, exclamó: “¿Dónde está la perfección de mi hijo Shaya? Dios todo lo hace perfecto. Pero mi hijo no puede entender las cosas como otros niños. Mi hijo no puede recordar datos ni números como los demás. ¿Dónde está la perfección de Dios?”

La audiencia se quedó estupefacta, dolida por la angustia del padre a causa de las limitaciones de su hijo, y callada ante la penetrante pregunta.

“Yo creo”, afirmó el padre, “que cuando Dios trae a un niño como mi hijo al mundo, la perfección que él busca está en la manera que la gente reacciona a ese niño”.

Entonces relató una historia asombrosa acerca de su hijo: Cierta tarde, Shaya y su padre caminaban por un parque en donde estaban jugando béisbol algunos muchachos que Shaya conocía. Éste preguntó: “¿Crees que me dejen jugar?”

El padre sabía que su hijo no poseía habilidad para los deportes y que la mayoría de los muchachos no lo aceptarían en su equipo. Pero sabía también que si le permitían jugar, afirmaría su confianza al sentir que era parte del grupo. Así que se acercó a un muchacho y le preguntó si Shaya podía jugar. El muchacho miró alrededor esperando alguna indicación de sus compañeros. Al no recibir respuesta, tomó la situación en sus manos y dijo: “Bueno, estamos perdiendo por seis carreras y el partido está en la penúltima entrada. Puede estar en nuestro equipo y trataremos de que batee en la última entrada”.

El padre se sintió feliz al ver la amplia sonrisa de su hijo. Le dijeron a Shaya que se pusiera un guante y que fuera a jugar en la posición de jardinero central. Al final de la octava entrada, el equipo de Shaya hizo algunas carreras pero seguían perdiendo por tres. Al final de la novena entrada, el equipo hizo otras carreras. Ahora, con dos jugadores fuera, las bases llenas y la potencial carrera ganadora en base, le tocaba batear a Shaya. ¿Qué haría el equipo? ¿Le permitirían batear y posiblemente desperdiciar la oportunidad de ganar el partido?

Para sorpresa de todos, le dieron el bate a Shaya. Era casi imposible que el equipo ganara en ese momento porque Shaya ni siquiera sabía cómo sostener el bate, mucho menos golpear la pelota. Sin embargo, cuando se paró en la base, el lanzador avanzó unos pasos para acercarse a Shaya. Luego lanzó la pelota suavemente para que él por lo menos pudiera hacer contacto con ella. Pero Shaya movió el bate torpemente y falló.

Uno de los compañeros de Shaya se le acercó y juntos sostuvieron el bate y esperaron el siguiente lanzamiento. El lanzador se acercó un poco más a Shaya y otra vez tiró la pelota suavemente. Al recibir el lanzamiento, Shaya y su compañero golpearon la pelota que cayó cerca del lanzador.

El lanzador tomó la pelota y fácilmente se la hubiera podido tirar al jugador de la primera base. Shaya hubiera quedado fuera y habría terminado el partido. Pero el lanzador mas bien tiró la pelota muy alto hacia el jardín derecho, lejos de la primera base. Todos empezaron a gritar: “¡Shaya, corre a primera!

¡Corre a  primera!” Nunca en su vida Shaya había corrido a primera. Empezó a correr hacia la base con los ojos muy abiertos, y sorprendido. Para cuando llegó a la primera base, el jardinero central ya tenía la pelota. Él hubiera podido lanzarla al de la segunda base, quien hubiera tocado a Shaya mientras éste aún corría. Pero el muchacho entendió lo que había querido hacer el lanzador, así que también tiró la pelota lejos y fuera del alcance del jugador de tercera base. Todos gritaron otra vez: “¡Corre a segunda! ¡Corre a segunda!” Shaya corrió hacia la segunda base mientras que los corredores delante de él  recorrían las bases para completar las carreras. Cuando llegó a segunda base, el parador en corto del equipo contrario corrió hacia Shaya, lo dirigió hacia la siguiente base y gritó: ¡Corre a tercera!”

Cuando llegaba a la tercera base, los jugadores de ambos equipos, corrieron detrás de él gritando: “¡Shaya, haz la carrera completa!” Shaya llegó a la meta, pisó la base y los 18 jugadores lo levantaron en hombros y lo declararon el héroe: había bateado un gran “cuadrangular” con el que ganó el partido para su equipo.

“Ese día”, dijo el padre tiernamente mientras las lágrimas rodaban por su rostro, “esos 18 muchachos alcanzaron su nivel en cuanto a la perfección de Dios”

Cómo ayudar a nuestros hijos a que tengan esta actitud
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