Violencia Familiar: Heridas que destruyen el Hogar
 

El camino del amor
 

Por: Profr. José Rodríguez

Y ¿qué vemos el día de hoy? Que la Tierra se está llenando de violencia, de muerte, de homicidios de masacres… Aun dentro de la familia vemos los frutos de la violencia: desintegración familiar, odios, rencores, resentimientos, engaños que están afectando gravemente el desarrollo de la familia.

Es importante que en este programa atendamos el llamado de Dios y que como dice en la Escritura en el  evangelio que cité: que tú ames a tu prójimo como a ti mismo. ¿Por qué? Porque es lo mejor, porque el amor es lo que hace al hombre feliz, no hay otra cosa que haga al hombre feliz, que cuidar lo que tiene, proteger a quienes ama y le aman, eso nos hace felices. El mandamiento de Dios realmente busca el bienestar del ser humano.

El agredir a las personas no  te hace feliz,  al contrario te envilece; al hacerle daño a tu prójimo, te destruyes a ti mismo porque empiezas a convertirte en un ser con mayor amargura y odio, destruyes a la creación misma, a tus hermanos.

¿Qué está pasando con el razonamiento de los hombres? ¿Por qué las agresiones, por qué los golpes, por qué las malas palabras, por qué el engañar, por qué hacer daño, por qué quitarle la vida a otra persona, cuando vemos que lo que Dios quiere es que haya paz entre los hombres?

Para eso vino el Señor Jesucristo, para traernos Su amor del cielo, para amarnos, para enseñarnos que realmente eso es lo que necesitamos. No hay otro camino, no, la solución no está en la brujería, ni en la hechicería, ni en cosas parecidas a esas sino que el camino del amor verdadero está en Jesús.

Él dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” y este es el camino que Él trazó y lo que Él quiere de nosotros: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Qué hermoso es cuando la familia se junta y comparten los alimentos, y se bendicen y platican de cómo les fue en el trabajo, qué problemas hubo, y se enriquecen mutuamente aportando todos los miembros de la familia soluciones o respuestas a esos problemas que tuvo su prójimo, o expresando también cómo Dios los ayudó para salir adelante, para enfrentar esa situación que inesperadamente se presentó en la escuela, en la oficina, en la fábrica o en la calle.

Donde hay amor no puede haber violencia
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