¿Hay alguien en casa? I Parte: La importancia de la Familia
 

El fundamento de una familia feliz
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Nuestras creencias son importantes porque moldean nuestra familia. Estoy hablando de creencias cristianas. Históricamente la familia cristiana es una familia feliz donde cada uno de los miembros se ama y respeta.

La Biblia enseña del amor de los padres a los hijos y de los hijos a los padres. Cuando hay un hogar bien fundado en Cristo Jesús, en amor, respeto, fidelidad, en la honestidad e integridad, esa familia estará siendo dirigida por las creencias cristianas que afectarán positivamente al hogar.

Desgraciadamente en la actualidad, muchos medios publicitarios se han encargado de tergiversar el concepto de una familia feliz y se transmite la idea de que son una familia que siempre está sonriendo, que tienen dinero, mucho éxito y que viajan mucho.

Cuando los padres de familia ven que no están cumpliendo con esas metas, sienten que están fracasando como padres, se frustran. Pero realmente la familia feliz es aquella donde hay valores, es el lugar donde hay amor.

El amor es el tesoro más grande que podemos tener los seres humanos. El verdadero amor tiene características especiales que señala la Escritura:

Primeramente el amor es sufrido. Es decir, cuando el padre está lleno del amor de Cristo, puede soportar situaciones difíciles y atravesarlas con confianza. Sean problemas financieros, de salud o en la educación de los hijos, siempre hay respuesta y salida para el padre o la madre de familia.

Además el amor es puro y limpio tal como lo menciona la palabra de Dios en 1° de Corintios 13:4-7. No es jactancioso, no se envanece. Qué hermoso es cuando el papá se hace como el hijo, lo comprende, habla su idioma, entiende sus sentimientos y lo lleva a pasear.

Qué hermoso porque el amor realmente hace que los padres sirvan a los hijos, y éstos cuando ven el ejemplo de los padres que están sirviéndolos, ellos también se vuelven serviciales y no sólo con los padres sino además con sus superiores, con sus hermanitos y también en la vida.

El amor no hace nada indebido; de tal manera que el padre y la madre que aman realmente a sus hijos siempre velarán por hacer las cosas correctas, dándoles buen ejemplo.

No busca lo suyo. Un padre buscará siempre la felicidad de sus hijos y esposa; sí se puede lograr esto, porque Dios ha provisto esa fuente de amor verdadero que da fuerza y vida al hogar.

El amor es una fuente de bendiciones porque no se irrita, de tal manera que cuando hay diferencias en el carácter de ella o de él, no hay rencor, resentimiento, amarguras, ni enemistades en casa; no hay pleitos, groserías ni malas palabras.

El amor no guarda rencor. Un padre sabio, siempre procura buscar que sus hijos se amen unos a otros. Nunca tiene hijos predilectos, a todos los ama igual y a todos les da el mismo valor. Un padre sabio sabe fomentar una conducta apacible en los hijos, no violenta. Sabe detenerlos cuando están cayendo en iras mediante la sana exhortación.

El amor no se goza de la injusticia. En un hogar donde hay amor no verás vicios, inmoralidades ni adulterios. No verás cosas que destruyen y corrompen el hogar, al contrario habrá un gozo en el amor de Dios.

El que está lleno de este amor, se goza en la verdad. No hay verdad más grande que amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, con toda el alma, con toda la mente y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así es quien está lleno del amor de Dios.

Dice la Escritura en Romanos 13:10 “el amor no hace mal al prójimo”.

Por eso dice la Sagrada Escritura: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos como conviene en el Señor”. El diseño de la familia cristiana es un respeto. La mujer debe respetar a su marido, no debe menospreciarlo. Debe someterse a él con amor y respeto sólo en lo que es justo y recto, no en las cosas que son desagradables ante los ojos de Dios.

“Maridos, amad a vuestras mujeres”. La palabra amor es mucho más que un sentimiento afectuoso; es un compromiso de ver que tu esposa sea feliz, no importa cómo tú te sientas.

“No seáis ásperos con ellas”. Algo que constantemente provoca la violencia del hogar es la aspereza del marido. Cuando éste es así se conduce duro con la mujer, la provoca, continuamente la está desafiando y comparando con otras mujeres; eso despierta en la mujer un sentimiento de molestia que puede irritarse hasta llegar a la violencia si ella no está llena de amor.

Los hijos, con el amor y la enseñanza que reciben de sus padres y de Dios serán motivados a la obediencia. Tal como dice la escritura en Efesios 6:4: “Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.

Cuando el amor gobierna en el hogar se pueden soportar situaciones y adversidades. Este hogar estará firme sobre una roca, la cual es Jesucristo. Que Dios te bendiga.

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