Por: Lic. José Eduardo Alvarado

Si el matrimonio, la institución más esencial, no está funcionando, tampoco funcionará hacia abajo, es decir, hacia los hijos. El matrimonio es una institución sagrada, pero tristemente no se ha considerado la importancia de preservarlo. El matrimonio no es sólo la unión de dos personas, sino que trasciende y va a tener repercusiones en la siguiente generación; esa generación es la que forma el futuro de nuestro país.

La desintegración familiar ha contribuido a muchos males en los jóvenes: crimen, pobreza, suicidio, inmoralidad sexual, embarazos, pérdida de valores, depresión, trastornos mentales y soledad.El origen del caos que está viviendo nuestra sociedad se genera en casa. Los psicólogos hacen un llamado a revisar el interior del hogar.

En Latinoamérica, tres de cada diez matrimonios terminan en divorcio; las estadísticas de adulterio e infidelidad han aumentado un 60% en hombres y 50% en mujeres. El matrimonio fue diseñado para generar felicidad y armonía y trasmitirla a los hijos, pero no se está llevando a cabo. Cuando hay un matrimonio estable y sólido, los hijos pueden resaltar y trascender; de la misma manera cuando el muchacho ve el mal ejemplo de sus padres, va a tener una problemática muy difícil de enfrentar.

Las estadísticas revelan que cuatro de cada diez matrimonios que sufren adulterio, terminan en divorcio en Latinoamérica. En esto concuerda también la UNICEF y algunos políticos importantes, quienes dicen que la respuesta al porqué hay niños prostituyéndose, es porque no hay familias ni un ambiente adecuado en casa.

El ambiente en casa es prioritario. Debe ser uno en el que el niño pueda crecer de manera integral, habiéndosele dado todo lo que necesita en su desarrollo para que pueda tener aspiraciones correctas más adelante.

Muchas familias enfrentan “suicidios familiares”, porque así podemos denominarles: un padre alcohólico, hijos que presencian las escenas violentas derivadas del alcoholismo entre el padre y la madre, una madre que no sabe enfrentar las problemáticas y vive gritándole a los hijos, tornando el ambiente en casa a un verdadero infierno. Los más afectados son los hijos; esto es el fracaso total de la familia.

Algunos jóvenes que viven en este ambiente escapan por la puerta falsa del suicidio. Si pensáramos en la familia como la institución más importante de la sociedad, las cosas serían diferentes. Lo más importante no es el trabajo, ni el gobierno, ni las instituciones, sino el hogar y la familia.

Hay evidencia histórica y real de que cuando la familia funciona de manera adecuada, el Estado ha funcionado; pero cuando la familia se deteriora, hay un caos social. Es así que, lo que más ha afectado a la sociedad es la desintegración de la familia.

Si queremos que nuestros hijos tengan un corazón puro, es decir, con intenciones correctas, la educación en la familia debe dirigirlos y prevenirlos para enfrentar las problemáticas actuales; si no queremos que consuman drogas o alcohol, es en la familia donde deben recibir la prevención adecuada. Para este propósito se requiere tiempo, no es un asunto que pueda resolverse de manera inmediata; del tamaño del error debe ser el tamaño de la restauración del mismo.

Si queremos que las cosas cambien, los padres debemos voltear a ver el porqué de las problemáticas que están enfrentando nuestros hijos, ya que éstas se han generado en casa. ¿Qué es lo que está pasando? El problema no está allá afuera, sino dentro del hogar.

Muchos principios que se están retomando en nuestros días han funcionado en épocas pasadas, precisamente por eso un padre que realmente quiere llevar a sus hijos hacia adelante debe pararse un momento, voltear a ver las sendas antiguas que antes funcionaron y tomar la decisión de transitar en ellas.

El ser humano siempre ha sido el mismo, en todo tiempo las personas tienden a escaparse de los límites. Estamos viviendo en una sociedad que se ha olvidado de sus principios.