Tres Montañas a Mover
 

Segunda montaña: La Depresión
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

La depresión es un estado de ánimo negativo frecuente y persistente donde no sólo afecta a nuestra mente, sino que nuestro cuerpo también se ve afectado, no podemos dormir correctamente, comer, concentrarnos, etc.

 Si tú te sientes triste todos los días, si tienes poco interés en las cosas que antes te ocasionaban placer, si duermes poco o mucho, si comes mucho o poco, si te encuentras cansado la mayor parte del tiempo, si encuentras dificultad en la vida para poder tener relaciones conyugales con tu esposo (a), si te sientes sobrecargado por las preocupaciones de la vida, si no tienes esperanza en el futuro, si no te sientes digno, si a veces te vienen pensamientos de quitarte la vida; si tienes alguno de estos síntomas persistentes, podríamos decir que tienes depresión.

Y la depresión es una montaña que se atraviesa en la vida y nos impide caminar correctamente, porque la depresión nos lleva a la desesperanza, al desánimo, nos sentimos incapaces y nos damos por vencidos, ante los problemas que podemos enfrentar en la vida.

Hay personas  con depresión que viven culpando a sus seres queridos de que no les interesan sus problemas, y aunque tratas de hacerle un bien a esa persona, no hay gozo o felicidad al recibir el bien, sino que se siente profundamente desanimada.

En una ocasión tuve la oportunidad de atender a una mujer en la consejería que se culpaba a sí misma porque descubrió que su esposo le estaba siendo infiel con otra mujer y ella, sin ser responsable, empezó a culparse de esa infidelidad, y ella pensaba que debería de tener la casa más limpia, cocinar más sabroso, adelgazar, para poder arreglar ese problema, hasta que finalmente se dio por vencida.

Realmente ella no era la culpable de esta infidelidad, ella cumplía con sus deberes, sin embargo este hombre quiso tener una relación fuera del matrimonio y esto produjo estragos en el estado emocional de ella, al grado que se sentía como si estuviera en un pozo y que no podía salir.

Cuando revisamos las Sagradas Escrituras, podemos encontrar esperanza para los estados depresivos, por ejemplo, en el Salmo 88 versículos 1 a 5, dice lo siguiente: “Oh, Señor, Dios de mi salvación”, en Dios hay salvación real para la depresión, con esto no quiero decir que los medicamentos no son necesarios, toda persona con depresión deberá buscar inmediatamente ayuda de su médico o de un especialista.

Pero el que cura la raíz, el origen de la depresión y trae una paz estable en la vida es Dios, ya que de Él viene la salvación.

La salvación quiere decir el perdón de pecados, en una persona que se siente culpable por lo que ha hecho; porque ha sido infiel, porque ha mentido, robado, defraudado a otros, porque tiene rencor en su corazón y se sentía deprimida por causa de su pecado, cuando la persona se arrepiente, cambia su forma de vida y se vuelve a Dios con humildad y sinceridad y por medio de Cristo Jesús encuentra la salvación.

Sigue el salmista en el Salmo 88, versículo 3: “Porque mi alma está hastiada de males…”. Muchísimas personas se sienten fastidiadas, hastiadas, sobrecargadas por los males que viven, en otras palabras, en depresión.

Dice el versículo 4 “Soy como hombre sin fuerza”; faltan fuerzas para enfrentar los problemas cuando una persona está deprimida. Muchas personas ya no encuentran placer en las cosas que antes les daban placer: salir con su esposo, a un paseo, a un restaurante, etc.

La persona con depresión ya no quiere hacerse responsable de las cosas, no tiene fuerzas, no quiere pagar los recibos, tiene descuidada su casa, y muchas personas tristemente se dan por vencidas, caen en desconfianzas y desesperaciones, porque la esperanza se dilata.

La confianza real en Dios es la medicina que cura realmente la desesperanza. Si tienes un familiar con depresión tal vez te sentirás frustrado al tratar de ayudarle.

Desgraciadamente muchas personas tratando de aliviar la depresión buscan su felicidad en las drogas, en el alcohol, y aunque éstas producen una sensación de alivio temporal inmediatamente después que pasa el efecto se dispara una ansiedad terrible, la depresión se hace mucho más fuerte, ya que tanto el alcohol como las drogas son depresivos.

¡Qué precioso es el fruto del Espíritu en una vida!: gozo, amor, paz y templanza, este es el fruto que produce Dios morando en nuestra vida por medio de Cristo Jesús.

Lo que nosotros no podíamos hacer antes, en nuestras propias fuerzas, ahora en Cristo todo lo podemos hacer, porque Él nos fortalece; podemos tener control propio sobre nuestros sentimientos a manera que no dejaremos que éstos se conviertan en iras o en corajes. Podemos tener control propio sobre nuestros deseos y pasiones y poder ser fieles a nuestra pareja en el matrimonio.

Esto realmente funciona en la vida, lo que produce paz, estabilidad en el alma, podemos estar viviendo en un mundo de caos, de situaciones adversas, difíciles de sobrellevar, sin embargo esa paz que produce Dios en nuestra vida nos sostiene, nos alimenta, nos guarda de no caer en la desesperación, en la desesperanza ni darnos por vencidos.

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