Enfrentando el dolor del adulterio

Sin el perdón, el camino es difícil

Por: Ing. Gilberto Sanchez

Si usted sufrió un adulterio, usted es víctima, no el culpable. Pudo haber otras circunstancias de las cuales usted debe reconocer que es responsable, por ejemplo, haber sido áspero, el no comunicarse, no haber atendido las necesidades sexuales de su pareja, etc., que tal vez pudieron haber influido en algo. Pero hasta ahí llega su responsabilidad. El adulterio es solamente responsabilidad del que lo cometió.

Si usted está envejeciendo y ya no tiene el vigor o la belleza que da la juventud, usted no es responsable de eso. Claro, habrá la posibilidad de hacer algunas cosas como arreglarse, mantenerse en forma; pero es inevitable, la vejez va a llegar y vamos a ir cambiando y nuestra belleza también va ir cambiando.

En la medida en que se da una madurez en el matrimonio, las personas se aprecian no solamente por el aspecto exterior y entonces no debe ocurrir que alguien de los dos busque a una tercera persona más joven o bonita.

Usted como afectada no debe sentirse avergonzada, levante su dignidad y entienda que usted tiene un respeto. Esto le ayudará a restablecer el matrimonio  y poder ayudar a su cónyuge que le falló.

Otro aspecto muy importante que debemos discutir es el perdón. Tal vez usted no le pague a su pareja con la misma moneda, pero si usted quiere continuar con el matrimonio, es sumamente importante que perdone, si no, todo va a empeorar.

Si no perdona constantemente vendrán pensamientos o sentimientos que desarrollarán en usted una predisposición contra su cónyuge. Constantemente le reclamará lo que vivió y lo humillará; eso  no es vida.

Lo único que sucederá es que el ambiente se torne muy agrio dentro de toda la familia y también los hijos saldrán afectados.

Usted debe perdonar. Debe entender que su pareja, como ser humano, falló y que usted también pudo haber fallado. Usted también ha cometido muchos errores que su pareja le ha perdonado o bien, como dice el Padre Nuestro que se nos ha enseñado, “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Los que creemos en Dios, debemos entender que así como queremos que Dios nos perdone, así nosotros debemos perdonar a quien nos ha ofendido.

El propósito del perdón tiene una base: el bienestar propio de la persona que ha sido afectada. Cuando las personas que han sufrido mucho y no están dispuestas a perdonar, agregan más miseria a su vida porque, a parte del dolor que experimentan por la agresión que recibieron, ellos mismos se cierran la puerta para no amar, para ya no abrirse con otras personas.

El perdón tiene que ver con no pagar mal por mal  a la persona que te ha ofendido. El perdón es decir: “Voy a pasar por alto este asunto y voy a actuar como si nada hubiera pasado y haré un gran esfuerzo de amor.” El amor es dejar a un lado tus intereses y el cómo te sientes, y el cómo se burlaron de ti, y asumo una postura de perdón y estás dispuesto a volver a hacer las cosas como las hacía al principio.

Esto requiere de una gran decisión, de un convencimiento personal de decir: “voy a amar a esta persona como al principio y voy a hacer todo mi esfuerzo para volver a depositar mi confianza en él.”

Yo les invito a que mediten seriamente sobre la importancia del perdón porque la persona que no perdona afecta a todos, no solamente se desquita con la persona que la agredió, sino que también empieza a lastimar a todas las demás personas: sus hijos, padres, hermanos, cuñados, etc. A donde quiera que va, va con un dolor en su corazón y su  actitud se ve muy influenciada por cómo se siente. De tal manera que a todo mundo le anda denunciado el caso de su marido.

Empieza entonces una vida muy destructiva que no le ayudará ni la hará feliz.

¡Qué importante es que usted asuma una actitud de perdón!

Ganar la confianza, un gran paso
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