Por: Dr. Salvador Cárdenas

Cito un texto de las Sagradas Escrituras, del Antiguo Testamento, que dice lo siguiente:

“Oye Israel, nuestro Dios uno es, y amarás a tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino y al acostarte y cuando te levantes.”

Dios dice que hay un solo Dios y que lo amarás a él por sobre todas las cosas, con toda tu mente, fuerzas y alma y tú, papá, las repetirás a tus hijos y se las enseñarás en el camino, en la casa, cuando te acuestes. ¿Por qué?  Porque Dios quiere que los hijos del creyente también sean creyentes, por lo tanto, utiliza la influencia del padre para estar llegando al corazón del hijo.

Dios, que conoce como somos, que es nuestro creador, el que nos dio vida y sabe como funcionan nuestros sentimientos, emociones, nuestro cerebro y conocimiento, sabe que las palabras de un padre hacia un hijo tienen un peso muy profundo muy grande e importante; por lo tanto él encargo esto: la enseñanza cristiana del padre para con el hijo.

Tomando este principio, podemos entender cuánto impacto y profundidad producen las palabras de un padre para con su hijo. ¡Qué beneficio tan grande recibe el hijo cuando el padre le habla, lo jala hacia sí mismo, lo abraza, le da un beso y le habla palabras correctas, ya sea para consolar, para enseñar o para corregir cuando se está portando mal!

Las palabras de un padre son oro molido para el joven y niño. Dios lo sabe y por eso dio este mandamiento a los padres de familia.

Por lo tanto, usted que es padre no se haga a un lado, no se quede mirando cómo su hijo crece y cómo los pantalones ya no le quedan, mejor forme parte de la educación  de ellos, involúcrese, tome su responsabilidad como padre, háblele cosas importantes, enséñele de la vida, de la escuela, enséñele de Dios, de aquel que nos hizo. Háblele de principios, de mandamientos, lea con el la Biblia, lea con él lecturas buenas; usted verá que los frutos son muy buenos y satisfactorios.

Usted puede hacer la diferencia de crear una vida que será un delincuente y vago a ser una persona que sirva a los demás, que ame a los demás, que le de algo a un mundo tan necesitado de gente virtuosa, con corazón noble, que sepa amar a Dios y al prójimo.

Usted puede hacer la diferencia en la siguiente generación. A la generación actual (usted y yo sabemos) nos fue mal. Pero si los padres de familia entendieran que lo que ellos siembren o dejen de sembrar en sus hijos, es lo que sus hijos serán el día de mañana.

Dios te encarga que hables con tus hijos en tu casa o fuera de ella. Es un mandamiento porque él ama a tus hijos y quiere que sean personas de bien y sepan tener valores ante un mundo consumista, vano y superficial.

Que Dios te bendiga. Recibe un fuerte abrazo y que tú y tu familia estén bien. Hasta luego.