La Prisión de los Recuerdos
 

Con amor es posible
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Colosenses 3: 12 dice: “Vestíos pues como escogidos de Dios, amados por Dios, de entrañable misericordia.”

Solamente cuando se tiene una entrañable misericordia y un deseo que surge del corazón, se puede perdonar. No hay acto más grande de misericordia que el perdonar al que te ha hecho daño y el poder estar dispuesto a no tomar en cuenta el daño que has recibido de otras personas.

Es importante entender la disposición que debe haber en nuestras vidas para perdonar a los demás. Es nuestro deber darnos cuenta que el no perdonar genera tensión en nuestras vidas, perjudica nuestro carácter, perjudica las relaciones entre los demás.

Nos aferramos al agravio, lo llevamos por años y nuestras nuevas relaciones con nuestros hijos y esposos son afectadas. Muchas enfermedades se generan en nuestras vidas por la falta de perdón. El hecho es que al aferrarte a ese agravio, es como poner toxinas venenosas en tu mente, es como ingerir veneno.

Decidir no perdonar es decidir seguir sufriendo. Muchos encuentran difícil perdonar porque la persona que los lastimó no está dispuesta a aceptar lo que hicieron. No estamos diciendo que el que te lastimó no es responsable de lo que te hizo, pero lo único que te pide Dios, la conciencia, tu salud, tus hijos y los que te rodean es que perdones.

Perdonas las ofensas y deudas de la otra persona y entonces eres libre de la cólera, del enojo. Tu mente es sanada totalmente.

Una mujer platicaba como esos pensamientos de amargura infectaron su mente porque ella experimentó la muerte de un hijo que fue asesinado. Ella empezó a llenarse de rencor contra el asesino de su hijo, empezó a tener problemas médicos en su vida. Su pelo comenzó a caérsele, tenía problemas gastrointestinales, se sentía con frecuencia presionada y agitada. Pensó que la venganza se había convertido en el propósito de su vida. Alimentaba el fuego de su cólera justificando: “él no tenía derecho de quitarle la vida a mi hijo.”

Ella escuchó este mensaje que llama al perdón y entonces se dio cuenta que esa cólera y deseo de venganza estaban destruyendo su paz y la alejaban cada día más de Dios y de su familia. Después comenzó a visitar al asesino de su hijo en la prisión; al principio no podía perdonarlo cuando lo veía, solamente compartía con él su odio. Pero después de varios meses, ella se dio cuenta que ese hombre, a pesar de todo, tenía ciertas características positivas.

Pasó el tiempo y pudo perdonarlo. Visitaba al hombre en la prisión y, no solamente a él, sino también a los otros prisioneros. Les hablaba del amor de Dios en Cristo Jesús. Ahora esta mujer continúa trabajando con los presos, compartiendo su testimonio de gran alcance a muchos porque el perdón la hizo libre de su pasado. Salió de la cárcel donde estaba encarcelada.

¿Cuántas personas hoy guardan resentimiento contra sus hermanos, padres o hijos, socios en el trabajo?

Dile adiós al odio y al rencor. La llave al perdón es la buena disposición que tengas, el esfuerzo que hagas y que pongas tu confianza en Dios, en su hijo Cristo Jesús. Él cual murió por tus pecados.

¿Cómo perdonar?
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