La Prisión de los Recuerdos
 

Perdonar es saludable
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Muchos médicos y consejeros confirman la necesidad de perdonar ya que reportan que muchas enfermedades se tratan con el perdón. Muchas enfermedades emocionales se tratan con el perdonar. Los consejeros ven las raíces de la amargura que se reflejan en la depresión, la ansiedad y en las relaciones destruidas entre esposos y padres e hijos.

Un doctor en una ocasión le dijo a su paciente: “si usted no corta sus resentimientos, voy a tener que cortarle sus intestinos.”

Aquella era una paciente que tenía frecuentes problemas de colon, de colitis, porque había una tensión nerviosa que se disparaba por la falta de perdón a una situación que estaba viviendo. Afortunadamente aquella mujer tomó el consejo del doctor; perdonó esa amargura que tenía contra su esposo, se acabaron sus diferencias y cuando ella regresa al doctor, su condición física había mejorado muchísimo.

No perdonar entonces, es ser encarcelado por el pasado.

El doctor Mc Millen divulgó que el perdón podría ahorrarnos la colitis ulcerativa, la presión alta y otras enfermedades como la artritis, úlceras, asma, neurodermatitis y dolencias del corazón. Todos estos pueden ser efectos posibles del resentimiento.

No perdonar es rendirte al control de ese recuerdo pasado, de esa persona. Es estar atado a esa persona. Y cuando la ves o recuerdas, hay una convulsión en tu estómago, en tus sentimientos, en tu corazón. Las manos te sudan y el corazón late rápidamente. Ya no hay esa libertad, el presente nublado por el pasado.

Cuando no perdonas se va creando una pared alrededor de ti de resentimiento y eventualmente te asfixia y estrangula. Pero una vez que perdonas, entonces esas sensaciones de amor pueden ser restauradas en tu vida hacia la persona que te lastimó y hacia tus seres queridos.

El perdón debe ser genuino, no de labios. Es un acto justo y recto que tiene que ver con la moral, tiene que ver con Dios.

La Escritura nos dice en Efesios 4: 31: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y toda malicia.”

Este versículo dice que debes quitar, mantenerla lejos y arrancar la amargura, así como la ira, el enojo, la calumnia y difamación, todo mal pensamiento o deseo de venganza.

“…Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros como Dios nos perdonó a nosotros en Cristo.”

¡Qué ejemplo tan grande y maravilloso del perdón! Dios mismo entregando a su hijo Jesucristo para morir en una cruz por nuestros pecados, por nuestras rebeliones hacia él. En la cruz, Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Y cuando lo golpeaban y maldecían, no devolvía maldición por maldición, no se vengaba, sino encomendaba su causa al que juzga rectamente, a su Padre celestial.

Jesús, el hijo de Dios, nos da el ejemplo supremo del perdón para que nosotros podamos experimentar una libertad verdadera en nuestras vidas.

Con amor es posible
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