Los pacientes con una fobia social limitada pueden mantenerse relativamente libres de síntomas mientras no se expongan a la situación que despierta la enfermedad. Al enfrentarse a tal situación logran experimentar una ansiedad anticipatoria intensa.

La coexistencia de múltiples miedos sociales puede provocar una desmoralización crónica, aislamiento social con deterioro en las actividades cotidianas tanto profesionales como interpersonales.

Se ha logrado identificar en diversos pacientes con fobia social generalizada en relación con individuos con fobia a hablar en público que se trata de sujetos más jóvenes, con menor nivel de educación, con tasa de desempleo mayor y son más propensos a desarrollar ansiedad, depresión y miedo a la evaluación social negativa. 

La ansiedad que se genera está ligada al estímulo; si el paciente es sorprendido por la situación fóbica sufre una importante ansiedad que se asocia con muchos síntomas físicos.

Dentro de éstos aparecen la sudoración, la ruborización y la sequedad de boca diferenciándose muchas veces, de los síntomas que aparecen en las crisis de angustia como son las palpitaciones y el dolor o la opresión precordial.

La ruborización es uno de lo síntomas somáticos más característicos; entre los cognitivos principalmente aparecen la tendencia a autoobservarse, la autoapreciación negativa en su desenvolvimiento social, la dificultad para captar los aspectos no verbales de la propia conducta, la poca valoración de la competencia social en interacciones positivas y un sesgo positivo hacia la valoración de la competencia social de los demás.