EL CASO DE BETTY

Recuerdo muy bien el caso de Betty, una mujer casada, madre de dos hijos, que llegó a consulta referida por un médico colega debido a una Depresión severa. Acompañada por su marido, acudió a la cita con la esperanza de mejorar su situación física y anímica.

Desde muy joven, Betty había sufrido períodos de depresión pero nunca habían sido tratados médicamente. Encontraba refugio y alivio en sus momentos de tristeza y angustia con familiares cercanos. No obstante, la muerte de algunos de sus familiares y el distanciamiento natural con su hermana, por razones maritales, fueron agravando su estado de ánimo y sumiéndola en una depresión cada vez más importante. Aunque su marido la apoyaba e intentaba ayudarla, los esfuerzos parecían inútiles y Betty cada día se hundía más y más en la depresión.

Como matrimonio vivían en un departamento pequeño, pero el estado de depresión de Betty era tan severo que prácticamente no tenía ánimo ni fuerzas para llevar acabo las tareas domésticas básicas.

En la casa ni se cocinaba ni se lavaba, por lo que la familia tenía que salir diariamente a tomar los alimentos fuera del hogar. La Familia ya se había “acostumbrado” a esta difícil situación y se encontraban en constante fase de adaptación a las circunstancias adversas que los rodeaban. Era muy evidente que los niños necesitaban la atención de la madre, pero ella se sentía incapacitada para amarlos y servirlos.

En últimas fechas la situación había empeorado por malas decisiones terapéuticas, habiendo sido consultada por algunos charlatanes “espirituales” que le habían dicho que estaba “poseída” por demonios. La situación de Betty era ya desesperante y entraba constantemente en periodos de angustia y temor. En ocasiones, podía pasar días enteros en casa sin salir ni entrar en contacto con otras personas.

Su esposo, un hombre preocupado por el estado de salud de Betty y el de sus hijos, decidió hacer un viaje fuera de su ciudad de residencia para llevar a su mujer con el médico. La primera impresión de Betty era la de una persona tranquila y coherente, pero a medida que la entrevista se desarrollaba en el consultorio, las lágrimas de Betty no cesaban y prácticamente no podía dejar de llorar. Después de escuchar sus síntomas y sus antecedentes, era muy evidente que pasaba por una Depresión severa. Esta había iniciado ya hace mucho tiempo con una severidad menor, pero debido a la falta de tratamiento, la evolución de su caso no era favorable.

Inicialmente se le explicó lo que era la Depresión y sus consecuencias, se le explicaron también los beneficios de los medicamentos antidepresivos y el tiempo en que éstos empezaban a hacer efecto. Una vez medicada, se le instruyó en la responsabilidad que le correspondía a ella para que observara una respuesta favorable. Al principio no fue fácil, pero a medida que el tratamiento siguió su curso y ella fue constante en su medicación y rehabilitación, no sólo la vida de Betty cambió, sino la vida de la familia presentó cambios sorprendentes. Algunos meses después de iniciado el tratamiento, Betty ya presentaba suficientes fuerzas para hacerse cargo del hogar y de sus hijos. Las relaciones con sus hijos y esposo se describían como normales y los niños se encontraban felices de observar los cambios en su madre.

Betty empezó también a acudir a un grupo cristiano donde recibió el soporte y ayuda de otros. Posteriormente ella se encontraba también ayudando a otras personas que padecían síntomas similares a los de ella, alentándolos a acudir al médico. Algunos años después, Betty se encontraba libre de medicamentos y en un estado de salud óptimo para continuar su vida. La recuerdo decirme: “muchos deben saber que existe tratamiento para esta enfermedad”.