La formación del carácter de los niños II Parte: Sus pasiones
 

El ejemplo de Kerri Strug
 

Por: Profr. Roberto Durán

Kerri Strug, gimnasta de Estados Unidos, participó en las olimpiadas de 1996 en Atlanta y llamó poderosamente la atención. Estados Unidos no había destacado en la gimnasia, pero el equipo de Estados Unidos estaba adelante en los juegos, eso era lo que llamaba la atención.

Las rusas empezaron bien, pero después de la primera rotación de eventos las estadounidenses estaban en primer lugar. A medida que competían en cada evento, el liderazgo del equipo de Estados Unidos se afianzaba, pero no por mucho tiempo.

Cuando los equipos llegaron a la final de los ejercicios, el equipo de Estados Unidos solo tenía que hacer sus ejercicios con solidez y la medalla de oro sería suya. Parecía sencillo pero no lo era. Vamos a ver qué ocurrió.

La gimnasta Dominique Moceanu de Estados Unidos, realizo su primer salto, pero para sorpresa cayó sentada en vez de caer de pie, lo que le dio un puntaje muy bajo. Por suerte, en salto femenino cada atleta tiene una segunda oportunidad y solo cuenta el mejor puntaje, pero de modo increíble, Moceanu perdió su segundo intento con los mismos resultados. Fue algo pésimo y eso desmoralizó al equipo.

A Estados Unidos aún le quedaba una atleta, Kerri Strug, quien había recibido los mejores puntajes en un salto durante las pruebas de selección olímpica. Un buen salto de Kerri Strug y  la medalla de oro sería para el equipo de Estados Unidos.

Strug realizó su primer salto, sus pies no quedaron en una posición muy buena, ella también cayó y peor todavía, se lesionó y aún debía completar otro salto para el equipo. Ahora el destino del equipo de Estados Unidos estaba sobre Kerri Strug.

Imagínese la presión del público, del entrenador, del equipo, los temores y todo lo que un ser humano pueda sentir en un momento como eso. Estaba en desventaja porque tenía una lesión y le quedaba un salto del cual dependía todo. No era sencillo. La situación era desesperada.

Strug sabía lo que debía hacer. Tenía que saltar, era el evento final en la competencia del equipo femenino. El entrenador le dijo: “dame un gran último salto” y  la animó.

El entrenador dijo de ella: “es una niña pequeña que nunca fue la más ruda, siempre un poco tímida, parada detrás de alguien más, pero a veces esta es la persona con las mejores agallas”.

En ese momento Strog se enfocó a sí misma. Más tarde recordó: “yo sabía que algo no andaba bien en mi, oí que algo sonó. Me estuve diciendo que no fallaría en el salto o la medalla de oro se perdería y todo el trabajo duro y esfuerzo se desmoronarían en pocos segundos”.

Strug no sabía que durante su primer salto se había desgarrado 2 ligamentos en su tobillo izquierdo. Pero eso no le importaba. Corrió por la pista, pegó en el trampolín, dio el salto con la ayuda de las manos y voló por el aire. De manera milagrosa cayó en tierra con ambos pies. Luego sintió un dolor insoportable. Rápidamente saludó a los jueces parada en un solo pie y entonces fue a dar contra el suelo. Había completado su salto, había obtenido su puntaje y todo el equipo consiguió la medalla de oro.

Después de eso, la niña que siempre había estado en segundo plano, que nunca había sido la estrella de su gimnasio, se convirtió en la estrella del equipo olímpico. Todo el equipo parecía apreciar el sacrificio que hizo.

El periodista Swid escribió: “Lo único que Kerri sabía, además de la seguridad de la medalla de oro era que se había lesionado demasiado como para participar en la competencia completa individual que se efectuaría 2 días después, una meta a la que se había aferrado durante los últimos 4 años. Este era su momento de mayor triunfo y también de su mayor desilusión.

Su voluntad había encontrado la manera de bloquear el dolor durante unos momentos cruciales, pero exigió un precio castigador. Kerri  prácticamente se sacrificó por su equipo”.

A través de este ejemplo, vemos el dominio que tiene esta persona sobre la presión, los temores, el dolor físico y la presión tan intensa a la que fue sometida.

Cuando las pasiones gobiernan se comienza a cometer errores garrafales, cuando la presión está encima de uno, uno comienza a ser incontrolable.

Enseñando a los hijos
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