¡Instruye a tus Hijos!
 

¡Instrúyeme! ¡Corrígeme! ¡No me gusta ser así!
 

Por: Dr. Octavio Maldonado

¡Oh, sí me pudieran instruir! Es el grito de muchos niños. Cuánta instrucción demandan nuestros pequeños, cuanta instrucción necesitan y suplican a los padres para que la lleven a cabo.

Usted debe saber que un niño que es gobernado por sus tendencias emocionales, es un niño infeliz. Esto es porque, por naturaleza, a los niños les gusta complacer a los padres.

Imagínese usted a ese niño que es rebelde o a ese niño con tendencias enojonas que no se le corrigió a tiempo, que no se le instruyó y que sabe que esas actitudes le desagradan a sus padres, pero no tiene instrucción para controlarlas, nunca ha sabido cómo ponerle un alto a sus propias emociones, y de pronto cuando llega la circunstancia adversa el niño se enoja, o se vuelve rebelde ante una instrucción dada. Eso le produce infelicidad porque a él le gustaría obedecer al padre o a la madre pero realmente se ve como esclavizado a estos hábitos que nunca ha aprendido a controlarlos.

Si pudiéramos escuchar el alma de los niños, escucharíamos los gritos: ¡Instrúyeme! ¡Corrígeme! ¡No me gusta ser así!

Recuerdo muy bien el caso de una niña que yo atendía, y con esto quiero mostrarle cómo cuando hay instrucción y se ponen reglas muy claras, los niños son felices.

Esta niña de aproximadamente 5 años de edad, había asistido a la consulta y traía un problema infeccioso. Como parte natural de la exploración física, normalmente se examina la boca, las anginas, la faringe, pero esta niña tenía una cierta actitud para no abrir la boca y la madre que intentaba convencerla de que la abriera, era sujeta de las patadas y de los berrinches que hacía la niña por no querer abrir la boca.

Yo hablé muy tranquilamente con la pequeña y le dije que en la consulta se tenía que abrir la boca. Bastó esto y algunas técnicas que tenemos nosotros para motivar que los niños cooperen, y finalmente se llevó a cabo esto sin ningún problema.

Claro, inicialmente fue un poco forzado, pero la niña fue revisada y tuvo que abrir la boca; se le puso un abate-lenguas que quizás no le gusto mucho pero que había que hacerlo por su propio bien.

Lo que quiero mostrar con esto es que el médico no iba a estar sujeto al berrinche de la niña de no querer abrir la boca.

¿Qué paso la siguiente consulta? Usted no lo va a creer, pero esta niña, apenas entró por la puerta ¡y ya estaba abriendo la boca para que se la revisara! ¿Por qué? Porque había aprendido algo , había sido instruida y entendió que cuando se va al médico se tiene que revisar la boca.

Ella era muy feliz, no guardó ningún sentimiento, no guardó ningún rencor sino que iba con gusto a ver al médico, porque por un lado sabía que le era benéfico, y por otro lado se sentía protegida de que ahí no iba a comportarse de aquella manera que la hacía sentirse avergonzada (me refiero a lanzar patadas y berrinches) porque no había sido instruida.

En otra ocasión me llegó a la consulta un niño que presentaba un problema según la madre. Este niño ya estaba en la primaria, pero tenía la particularidad de defecarse en la ropa.

Era un niño que en la exploración física no tenía ninguna anormalidad en el control de sus esfínteres, simplemente de vez en cuando una o dos veces por semana llegaba el niño a su casa defecado de la escuela.

La madre lo llevó a consulta para ver si había algún padecimiento que pudiera estar condicionando esto, y después de valorarlo y ver que no se trataba de ningún problema hablé con la madre y luego hablamos con el niño y le dimos algunas alternativas, es decir, al niño se le puso un “hasta aquí” y se le instruyó diciéndole tanto a él como a la madre que esto no podía seguir así y que si se volvía a presentar este problema se iban a tomar otro tipo de medidas.

Milagrosamente desapareció el problema y no fue una doctrina de terror, no fue espantar al niño y decirle que le iba a caer alguna enfermedad maligna, simplemente se le instruyó que eso no podía seguir así y que eso le iba a traer otro tipo de consecuencias.

Cuando él vio que su comportamiento no era más negociable, que no podía tener comportamientos de este tipo, sino que había una instrucción que el tenía que llevar a cabo, el niño dejó este tipo de comportamiento.

En otras palabras, la falta de instrucción no sólo puede afectar la personalidad de un niño sino que también lo puede afectar físicamente.

No instruir es dañar al niño
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