Por: Dr. Octavio Maldonado

A continuación narraré el testimonio de una persona que confesó ser un abusador sexual. Lo expongo para que entienda usted cómo es la manera de pensar de ellos, y cómo distorsionan la realidad. Se trata de un hombre de 45 años de edad, que confiesa su atracción hacia los niños:

“Nuevamente me volví a enamorar de un niño. Caminé por el parque de mi vecindario y cuatro niños que estaban jugando béisbol me vieron y se acercaron corriendo hacia mí.

Encontré que había un niño nuevo entre ellos, tenía alrededor de 10 años y era un niño tímido; empezó a hablar conmigo y platicamos tranquilamente, todos nos empezamos a arrojar hojas de los árboles a cada uno, pero este niño continuaba tirándomelas hacia la cara, parecía que yo era la única persona que estaba ahí. En esos momentos fue cuando me enamoré de él.

Repentinamente dejé de jugar con él y lo miré hacia los ojos, no puedo describir la manera en que él me miró y me sonrió, él pretendía que ya no tenía ningunas hojas para tirarlas, pero de pronto agarró una gran cantidad de ellas y me las arrojó a mi cara.

Cuando me le acerqué a él, él sonrió, fue una sonrisa que me derritió, corrí tras él y lo tomé en mis brazos y les grité a los otros niños ¡eh, tengo a un prisionero! Yo lo tomé por detrás con mis manos y puse mis manos en su estómago, sentí que su corazón latía fuertemente, su cabeza estaba como recostada en mi pecho y pude oler la fragancia de su pelo; él se quitó y se quiso ir a su casa.

Entonces el niño y yo nos miramos el uno al otro y le dije: adiós mi amigo de grandes hojas, él gritó y dijo: “ajá, que chistoso”. Oré a Dios y le di gracias… lo quiero volver a ver.”

Este hombre de 45 años, que está jugando con unos niños, de pronto, un juego tan sencillo de estar arrojándose hojas de árboles unos a otros, lo interpreta como si fuera una cuestión de intimidad o de que hubiera una atracción entre él y el niño. Para el niño un juego, para el adulto, un coqueteo. Así es el trastorno, así es la percepción distorsionada.