El gran ausente en el hogar: El Amor - II Parte
 

¿Cómo actúa la mente de nuestros hijos?
 

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

En esta ocasión continuaremos con el tema “EL GRAN AUSENTE EN CASA: EL AMOR”. Es nuestro propósito insistir en que el amor verdadero, que fluye primeramente de los padres, tiene una influencia determinantemente en la crianza de los hijos y es de suma importancia para coadyuvar durante el desarrollo de los niños y adolescentes.

Para iniciar este tema, primeramente echemos un vistazo a las más recientes investigaciones que se han hecho respecto al desarrollo cerebral:

En los últimos años, las investigaciones en el Instituto Nacional de Salud Mental en Betesda, Maryland, han examinado el cerebro de casi mil niños sanos entre las edades de 3 y 18 años, descartando el concepto general que se tenía de que el cerebro humano está completamente desarrollado cuando el niño alcanza la pubertad.

Al respecto, los estudios revelan lo siguiente:

“Hasta la última década, se creía que las millones de neuronas en el cerebro del adolescente estaban tan plenamente maduras, como las de un adulto, pero ocurre que los circuitos neuronales no están desarrollados completamente en la mayoría de las personas, sino hasta su tercera década de vida”.

Es decir, aun cuando el cuerpo de una persona joven ha alcanzado la madurez, no pasa lo mismo con su cerebro. Esto se vincula con la conducta de la mayoría de los adolescentes. Un ejemplo es el siguiente: El muchacho de 15 años puede ser afectuoso y cariñoso con su madre en un momento, y tan frío como el hielo un instante después.

Tanto el sistema límbico ubicado en el centro del cerebro, como la corteza prefrontal ubicada exactamente detrás de la frente, están en desarrollo precisamente durante la etapa de la adolescencia. El sistema límbico es la parte del cerebro donde se generan todas las emociones básicas, como el temor y la ira. De acuerdo con las neurociencias actuales, durante la adolescencia este sistema se encuentra en una etapa de rápido desarrollo.

Al mismo tiempo, la corteza prefrontal, que es donde se generan la toma de decisiones y los juicios morales para saber el bien y el mal, está con baja potencia y en desarrollo lento durante el desarrollo de los púberes. Los científicos han descubierto mediante la Resonancia Magnética Funcional (una tecnología que obtiene un cuadro de la actividad cerebral cada 3 segundos), que cuando los cerebros adultos enfrentan una situación de temor, ponen en marcha tanto el sistema límbico como la corteza prefrontal.

El director del Centro de Estudios de Cerebro del Centro de Informaciones de la Universidad de Dakford en Virginia, dice:

“La corteza prefrontal está a cargo de las funciones ejecutivas. Éstas incluyen la capacidad cerebral de manejar informaciones ambiguas y de tomar decisiones, de coordinar las señales en diferentes regiones del cerebro así como de aplacar o prolongar las emociones que son generadas en el sistema límbico”.

Por ejemplo, a un adulto cuando oye un insulto puede surgirle una rabia asesina, hasta que la corteza prefrontal aclara que el comentario fue hecho para otra persona e indica al sistema límbico que se llame al silencio.

En los adolescentes no ocurre eso. Esta corteza está casi a oscuras cuando se enciende el sistema límbico.

Lo anterior es importante porque la corteza prefrontal actúa de alguna manera como una señal de tránsito en el cerebro, poniendo trabas en otras partes del mismo, incluso en el sistema límbico.

Los investigadores sospechan que cuando hay desequilibrio entre los dos sistemas, surgen problemas para emitir juicios correctos o para controlar las emociones desordenadas.

¿Cómo entonces ayudar a los adolescentes a controlar sus emociones, y que éstas no los controlen a ellos llevándolos a conductas violentas? Necesitan un cuidado paternal profundo.

La relación paternal: clave en el desarrollo del adolescente
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