La importancia del Ejemplo en la educación de los hijos
 

Si no hay buen ejemplo, tampoco hay autoridad
 

Por: Profr. Juan Carlos Díaz

Pensemos en los padres de familia que quieren inculcar en sus hijos hábitos de cortesía, de cordialidad, de gentileza, de educación, como el dar las gracias, el pedir las cosas “por favor”, el decir “con permiso”, el escuchar a la persona cuando esté hablando, el no interrumpir, el tocar la puerta antes de entrar, etc.

Si ellos mismos no practican este tipo de hábitos y principios hacia sus propios hijos sino por el contrario, los hijos observan que sus padres jamás les dan las gracias, que jamás tocan la puerta antes de entrar a su recámara, que los interrumpen constantemente cuando están hablando, que los tratan con descortesía y con mala educación, obviamente los hijos no van a recibir aquella instrucción que están escuchando con seriedad ni la van a poner en práctica; por el contrario, imitarán el ejemplo que están viendo en sus padres.

Pensemos en un padre de familia que le dice a su hijo: “Tienes que respetarme porque soy tu autoridad, porque soy tu papá (o porque soy tu mamá)” , pero de repente ellos observan cómo sus padres no respetan a las autoridades que ellos tienen, por ejemplo, un policía o un jefe en el trabajo, ¿cómo pretendemos entonces formar hijos sujetos y obedientes?

Si ven que hay faltas de respeto, si ven que hay rebeldías, humillaciones, ellos se cuestionarán: “¿por qué me pide que yo lo respete a él, cuando él no respeta a las autoridades que tiene?”

Nuestros hijos aprenderán aquellos principios, normas, valores y hábitos cuando lo observen de manera práctica en aquellos que tienen a su alrededor, y primeramente en los padres.

Un padre que no lleva a cabo aquello que instruye, es un padre que a la larga tenderá a perder la autoridad y esto lo llevará a tener que relajar los principios, relajar los valores, relajar la moral, por cuanto no tiene la autoridad moral para establecer ciertos valores y principios en su casa.

Los padres que no tengan un ejemplo sólido, consecuente con los valores que inicialmente querían inculcar en sus hijos, tenderán a relajar todo aquello que un día quisieron formar y estarán generando en sus hijos, niños permisivos, que no tengan restricciones o límites, por cuanto ellos no tienen la capacidad para poder refrenarlos y acabarán siendo indulgentes e inseguros en el momento de tener que tomar decisiones que sean importantes en la formación de sus hijos.

En cierta ocasión una familia estaba haciendo preparativos para la boda de su hijo mayor, y la hijita menor, una pequeña niña llamada Gertrudis de 5 años de edad, estaba oyendo las conversaciones que había en casa y preguntó a su mamá: “¿mamá, qué se dicen los novios cuando se casan?”

La madre le respondió: “se prometen amar, respetar, y ser siempre amables y buscar la felicidad el uno hacia el otro” ; y otros muchos más ideales que la madre comenzó a comentarle a la pequeña Gertrudis. La niña que había visto muchas escenas desagradables entre sus padres, reflexionó un momento y le dijo a la madre: “entonces mamá, ¿verdad que tú y papá nunca se han casado?”

Cuando esta niña entendió cuáles eran los fundamentos que teóricamente deberían regir todo matrimonio, concluyó que en sus padres no había esto ¡y entonces dedujo que sus papás jamás se habían casado! ¿Qué podemos observar aquí? Una hija que no está viendo un ejemplo consecuente con los principios morales, ni con los valores que deberían estar rigiendo a un hogar.

Pero cuando un padre de familia o una madre de familia enseña con su ejemplo juntamente con la instrucción, ganará autoridad, autoridad para enseñar, autoridad para instruir, los hijos atenderán a las palabras que ella o él hable, los hijos le darán peso a las reglas, a las instrucciones, a los principios, a los valores, y no solamente tendrá autoridad para instruir y enseñar sino que también tendrá autoridad para corregir, para disciplinar, para llamar la atención cuando los hijos lleguen a quebrantar estos principios.

El hecho de que el padre sea consecuente con lo que enseña o instruye le dará autoridad, para seguir instruyendo, para que pueda fundamentar y argumentar el porqué de las normas, el porqué de los principios, el porqué de los consejos y además que tenga también la autoridad para poder corregir o para poder disciplinar en un momento dado cuando un miembro de la familia o cuando un hijo amerite recibir esto por haber transgredido o por haberse brincado algún principio, alguna regla o alguna indicación que se le hubiere dado.

¡Vive lo que enseñas!
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