La depresión y la soledad

Soledad emocional

Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

La soledad es un mal de nuestro tiempo, se va acrecentando conforme pasa el tiempo. Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas, cuando no percibe que sus relaciones sociales no son satisfactorias.

El resultado de las relaciones sociales deficientes constituye una experiencia subjetiva, ya que uno puede estar solo sin sentirse solo, o sentirse solo cuando se está en un grupo. Resulta desagradable y puede llegar a generar angustia.

La soledad, salvo algunas excepciones, es una situación indeseada, similar a la depresión y a la ansiedad. Es distinta del aislamiento social y refleja una percepción del individuo respecto a su red de relaciones sociales; bien porque esa red es escasa o porque la relación es insatisfactoria o demasiado superficial.

Hay soledad emocional, o sea, ausencia de una relación intensa con otra persona que produce satisfacción y seguridad; en esta relación emocional vemos que somos seres creados con emociones, necesitamos tener esa satisfacción y seguridad de que una persona se interesa por nosotros. Igualmente cuando hay relaciones sanas y sólidas de amistad, éstas fomentan que la persona no se sienta sola sino segura y protegida.

Hay personas que sufren trastornos psicológicos y se muestran convencidas de que no resultan amables y dignas de ser apreciadas y rechazan cualquier tipo de amigos potenciales con el objetivo de protegerse a sí mismos de algún posible rechazo. Muchas personas no quieren relacionarse con otros porque ya ha sido rechazadas anteriormente y tienen mucho miedo al rechazo.

La soledad se vincula con la tristeza, con el desamor, con la negatividad y no recibe los beneficios que puede tener la soledad ocasional; ese reposo y descanso para el alma y la mente.

La soledad también puede ser generada por la ausencia de alguien amado, por separación de la pareja, fallecimiento de un ser querido u otra causa. Desaparece alguien a quien hemos amado o alguien que ocupaba un espacio en nuestra vida diaria y nos invade una particular sensación de soledad y de vacío; una nada enmudecida que nos sume en la tristeza y desesperanza.

Hemos de sobrellevar la dolorosa percepción de orfandad, de ausencia de una persona insustituible, nos vemos perdidos y sin referencias en las que antes nos apoyábamos para afrontar la vida. Somos seres sociales que necesitamos de los demás para hacernos a nosotros mismos y no sólo para cubrir nuestras necesidades de afecto y de desarrollo personal, para afianzar y revalidar nuestra propia autoestima, que se genera cada día en la interrelación con las personas que nos rodean.

La pérdida es irremplazable, es cierto, pero no debe ser irreparable. Ese hueco quedará ahí, pero no si nos permitimos sentir la tristeza y nos proponemos superarla a base de confianza en nosotros mismos, reuniendo fuerzas para establecer nuevas relaciones que cubran, al menos parcialmente, ese déficit de amor que la ausencia del ser querido ha causado.

La soledad es dolorosa pero puede convertirse en positiva si la interpretamos como una oportunidad para aprender a vivir el dolor sin quedarnos bloqueados cuando perdemos un ser querido.

Soledad social
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