La Familia, el Tesoro Más Grande

Los padres, elementos indispensables

Por: Lic. José Eduardo Alvarado

Es importante entonces hablar de un modelo que tradicionalmente ha funcionado y que nos puede servir para prevenir un colapso en nuestras familias. Nos referimos al modelo oriental.

Para ellos, ninguna familia puede existir sin la idea de un padre, que es el jefe supremo. Para ellos, la familia es un pequeño reino en sí mismo y en ese pequeño reino, el padre es el jefe supremo.

Esta costumbre de tiempos antiguos -que no era mala-, ha derivado recientemente, en países de aquella región, en una esclavitud de la esposa, una subordinación total sin considerar su dignidad de ser humano. Es decir, se le trata al nivel de esclava y peor que eso en no pocos casos. (Lo cual es reprobable por la conciencia).

Sin embargo, la idea de un jefe responsable de la administración de la casa –utilizando esta expresión en el más amplio sentido-, siempre ha resultado en gran beneficio. La razón más importante para este beneficio está en el hecho natural de que el padre de familia, cuando toma la responsabilidad y asume toda la carga del hogar, trae como consecuencia una subordinación de los demás integrantes de la familia, porque se sienten protegidos y satisfechos de todas sus necesidades.

En el modelo oriental, la mujer tiene una posición subordinada a la del esposo, no sólo en las labores hogareñas sino en su naturaleza.

La mujer tiene un papel eminente en el hogar, un papel en el que ella es un soporte adecuado para sus hijos y está al pendiente de las necesidades que tienen, las cuales son muchas y muy diversas. Al estar en casa, ella asume el comportamiento emocional, ayuda a los hijos, establece un puente de comunicación entre el esposo y los hijos. Es una hábil mediadora, es una persona que puede soportar los embates porque está en casa, por la naturaleza particular de las mujeres.

Aunque esto pudiera parecer una subordinación sin principios, si nosotros razonamos el principio, no es así. Meditemos un poco nuevamente en nuestro modelo occidental, en donde se presume que la mujer tiene una posición de suma importancia dentro de la sociedad.

La mujer está ocupando lugares protagónicos, no solamente en la sociedad, sino también en los gobiernos. El lugar que se le ha asignado o que la propia mujer ha buscado para igualarse con el sexo masculino la deja en franca desventaja; aclaro que no estoy diciendo que la mujer no pueda realizar trabajos importantes.

No me refiero a que la mujer no pueda llevar a cabo empresas importantes, estoy dando a entender que en tanto que esa persona que forma parte fundamental de la estructura de la familia se ocupa de otras cosas, entonces está promoviendo un desbalance en la operación correcta de la familia y esto, tarde o temprano, traerá consecuencias.

Es como si a una casa le quitáramos un castillo; empieza a ser frágil e inmediatamente hay que ver la forma de poder corregir el daño. Así será también el caso de cuando la mujer toma una responsabilidad tal vez más allá de lo que le corresponde en casa.

Es importante mencionar que cuando la mujer trabaja, casi siempre ella aporta todo el ingreso a la casa y el marido se recarga en ese hecho y deja de cumplir con esa responsabilidad básica.

Esto trae como consecuencia que si la esposa asume el modelo occidental en donde podría aspirar a cierto estatus, dejaría de cumplir el papel fundamental para el cual fue hecha: ser el soporte emocional de su casa, la persona que pueda ayudar a su marido en sus necesidades y que pueda completar la educación de valores para sus hijos.

En suma, dejaría de ser la persona que construye esa atmósfera afectiva, cálida y armónica que se requiere en la casa. 

No son pocos los adolescentes que se han acercado y dicho cosas como: “si mi mamá estuviera en casa”, “si ella pudiera comprenderme”, “si pudiera entender la problemática que estoy enfrentando”, “si ella pudiera entender cuánto necesito que esté a mi lado”, “si ella entendiera la necesidad que tengo de un abrazo”. No en pocos casos estos adolescentes derraman lágrimas porque es una gran necesidad dentro de ellos.

Creer en la familia
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