Los errores más comunes que cometen los padres en la educación
de sus hijos

Segundo error: el desánimo

Por: Profr. Roberto Durán

Muchos padres han llegado con un servidor y han dicho: “he platicado con mis hijos y los veo exactamente igual, su actitud es incorrecta, mis hijos adolescentes no entienden por más que les hablo”.

Otros dicen: “Hemos trabajado con ellos, les hemos dado lo mejor, les hemos llevado a las mejores escuelas, hemos dado lo mejor de nosotros y no vemos nada, al contrario, vemos que la actitud de nuestros hijos va cada vez peor y ya no sabemos qué hacer”.

El segundo error más común que se está cometiendo en la crianza de los hijos es el desánimo. ¿Por qué es un error? Porque si ya de entrada pensamos que nuestros hijos no van a cambiar, que ellos no tienen solución, entonces hemos trabajado en vano desde siempre. Y cuando se termina la esperanza entonces ya no hay nada por lo cual luchar.

Por ejemplo, el poeta Henry Nonfelow, dijo:

La declinación de una gran esperanza es como la declinación del sol; se va el brillo de nuestra vida.

Si yo ya estoy desanimado en la crianza de mis hijos, si veo el carácter de ellos que es desagradable, su irresponsabilidad en la escuela, su carácter mal formado, las relaciones familiares afectadas, solamente me quedan dos cosas: cruzarme de brazos y decir “no puedo, esto es imposible”, y luego, caer en la peor de todas las desgracias: ya no querer enfrentar el problema del hijo.

El padre desanimado prefiere abandonar a su hijo que anda en la drogadicción y lo deja hacer lo que quiere, y que él solo encuentre la solución.

Todos hemos llegado a sentir desánimo en algún momento de nuestra caminata y de nuestra relación familiar. Muchísimas veces. Es más, la gran mayoría de los padres estamos trabajando en la crianza y en la educación de nuestros hijos con compromiso. A veces no vemos nada, vienen los desánimos uno tras de otro.

En cierta ocasión platicaba una mujer y decía: “veo a mis hijos y me desanimo, como si mis hijos fueran incorregibles, y veo los hijos de otras familias, educados, que están creciendo bien, y yo no sé qué está pasando, porque realmente me he esforzado”.

El desaliento es algo que mata y si yo ya estoy totalmente desanimado yo ya no puedo seguir luchando por mi familia, yo ya no puedo seguir dando lo mejor de mí, porque si estoy trabajando en vano no voy a recibir ninguna recompensa por mi trabajo.

Ilustraré esto con el árbol de bambú. Desde que se planta su semilla, no se ve absolutamente nada durante los primeros 4 años, excepto un pequeño bulbo saliendo de la tierra. Durante esos 4 años todo el crecimiento se lleva a cabo bajo la tierra en una estructura maciza y fibrosa de raíces que se expande hacia abajo y a lo ancho y debajo de la tierra.

Pero entonces, en el año quinto, ¡el árbol de bambú crece hasta 25 metros! En otras palabras, la gran mayoría del trabajo en esta planta no está en crecer, sino que todo su trabajo es subterráneo, debajo de la tierra… nadie lo observa.

4 años donde pareciera que no se está formando nada, pero en realidad están creciendo las raíces, están creciendo y se están metiendo por todas las partes que puedan de la tierra y empiezan a crecer y a crecer por doquier de tal manera que luego llegan a ser un fundamento, una simiente fuerte, llegando a crecer en un año hasta 25 metros.

Así es la cuestión familiar. En muchas de las ocasiones, el trabajo de una madre dedicada a las labores domésticas, la crianza de los hijos, el ayudarles a hacer tareas y estar continuamente trabajando con ellos, es una labor que no deja ver quizás un gran fruto, o pareciera que no está ocurriendo nada en los hijos.

Pareciera que en ese tiempo oscuro, donde el trabajo de los padres no luce, nada estuviera pasando. Pero aquellos que no se desaniman, que saben que su trabajo tiene una recompensa están comprendiendo que esta labor formativa está precisamente en el calor del hogar, lejos del público, de la notoriedad del mundo, del aplauso, donde nadie reconoce, donde nadie te dice: qué bien lo estás haciendo, o qué mal lo estás haciendo.

Pareciera que tu trabajo lo estás desperdiciando en la nada, mientras otros padres irresponsables están en fiestas, reuniones, convivencias, o teniendo “éxito”. Hasta pareciera que a ti ni te alcanza el dinero porque todo lo estás invirtiendo en tu familia. Te tengo una noticia.
 
Quizás en este tiempo presente no veas absolutamente nada, pero aquí se cumple lo que dice el dicho popular: “el que ríe al último, ríe mejor”. Y así es. Donde hay una educación correcta, a lo mejor no hay reconocimientos sino labor, trabajo, dedicación, obsérvalo: a su tiempo hallará un gran resultado.

Es triste ver que los padres han evadido su compromiso en la crianza de los hijos, porque los dos se dedicaron a trabajar y prefirieron pagar a una institución, o a una persona, para que “educaran” a sus hijos.

Muchas personas exitosas en la vida se han lamentado de algo: “tengo dinero, tengo bienes, he logrado éxito, fama…”, pero cuando voltean retrospectivamente para ver a sus hijos, se dan cuenta que perdieron su valioso tiempo familiar en horas extras de afán laboral.

A estas personas que voltean retrospectivamente, un cargo de consciencia les queda: “no disfruté a mi familia, mis hijos ya crecieron y no estuve cerca de ellos”.

Lamentablemente llegará el momento en que su hijo sea ya un adolescente y haya desarrollado muchísimos malos hábitos; su carácter será desarrollado, y habrá generado vicios. Alerta papás: todo tiene un tiempo. No sea que el día de mañana te lamentes y digas ¿por qué no aproveché el tiempo para amar a mi familia como debe de ser?

Había un joven israelita que no quería esforzarse, que no quería trabajar, sino que quería disfrutar de la vida; simple y sencillamente disfrutar al máximo de todos los beneficios de esta vida, pero no quería esforzarse.

En aquél entonces, había un rabino muy famoso llamado Hilel. Llegaron con Hilel, y le dijeron: este joven no quiere esforzarse ni quiere trabajar. Entonces Hilel llevó a este joven a darse un paseo. Lo llevó por el Valle de los Hijos de Himnón. En este valle se acostumbraba tirar cadáveres de animales, desperdicios, basura y despedía un olor horrible, insoportable.

Entonces lo acercó a una barranca donde había solamente suciedad, pantano, mal olor. Este joven no pudo soportar el mal olor y entonces Hilel le dijo: “este es el resultado de una vida que no ha servido para amar”.

Cuando alguien se dedica solamente a vivir para sí mismo en sus egoísmos, esto es lo que se genera. Si usted observa una parcela donde se levanta una cosecha abundante, es el producto de un trabajo arduo. En la familia es exactamente igual.

Acuérdese del árbol de bambú, el trabajo que se les dedica a ellos no se ve, pero en su momento observará ese fruto que tanto anhela.

Debes quitarte el desánimo, deja que el sol vuelva a brillar en tu vida, ten una buena disposición de dedicarte a la familia aunque no veas nada, recupera el ánimo. Las cosas pueden cambiar, todo tiene solución.

En una ocasión un padre de familia que conocí hace ya varios años, tenía un problema con una de sus hijas que había perdido completamente todo respeto hacia sus padres. Ella llegaba muy tarde a su casa, respondía con malas palabras a su madre, era una persona ingobernable.

Cada vez que platicaba con este padre de familia decía: “Qué difícil es estar tratando con mi hija”. Y yo siempre le respondía: “debes seguir adelante y no debes de aflojar, aunque veas que las cosas son difíciles o contrarias”. Y él tomó un dicho: “cuando la noche está más oscura, es cuando ya va a amanecer”.

Y es cierto, su hija cambió. Hoy en día es una mujer que le respeta, que le ama, ha cambiado, pero no por una varita mágica, no por un padre que se desanimó, sino por un padre que amó a su hija y le dedicó el tiempo y la constancia para salir adelante.

Tercer error: la comparación
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