Por: Ing. Gilberto Sánchez

Sobre todas las cosas, al llegar un hijo con capacidades diferentes al hogar, se le debe dar una sincera bienvenida, no un rechazo. Las Sagradas Escrituras nos enseñan “herencia de Dios son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre”. Es decir, los hijos en sí mismos ya son una herencia divina, valiosísima, son nuestros hijos, independientemente de sus capacidades o incapacidades.

Dentro de sus posibilidades, ellos pueden tener una vida plena. Se les debe enseñar que independientemente de cómo sean las capacidades que tengan, son bien amados y bien recibidos en casa, eso es lo más importante.

Sí hay que hablarles también de que hay gente que es muy insensible y que incluso algunos no ocultarán su desagrado a la hora de verlos y por eso les mostrarán algún recelo, algún repudio y su rechazo de que ellos estén ahí, pero lejos de provocarles una amargura, hay que enseñarles que deben amar a todos y que en el hecho de amar y perdonar está una vida mejor que el guardar rencor o una amargura que puede marchitar lo que tienen adentro, que puede marchitar su ánimo, su alma, su carácter y puede apagar sus vidas.

Ellos no son culpables de que la gente en un momento dado no los quiera o los rechace, el hecho de que una persona o una sociedad rechace a personas que tengan problemas de tipo mental no les quita el hecho de que son seres humanos, siguen siendo seres humanos independientemente de que sean rechazados o no.

Eso es algo que realmente la gente no alcanza a entender, realmente las personas piensan que el hecho que no tengan una capacidad como las personas que están normales ya no son seres humanos.

Eso es una equivocación muy grande no dejan de ser humanos independientemente por la capacidad que tengan. Si eso fuera, entonces los atletas están completos y nosotros no. Un basquetbolista que mide 2 metros entonces sí sería un ser humano completo y nosotros no.

Al ser humano no se le debe de juzgar por su capacidad, es un ser humano y se acabó.