Por: Ing. Gilberto Sánchez

Mucha gente ve como una tragedia el tener un hijo, hermano o padre con capacidades diferentes.

Lo ven como una situación muy triste, muy lamentable, hay quienes incluso entran en depresión. Yo recuerdo un caso triste, cuando los padres supieron que su hijo venía con Síndrome de Down, decidieron divorciarse. Uno de ellos renunció por completo a su hijo.

¡Qué terrible es ver este tipo de situaciones! La gente llega al matrimonio y se quiere casar, quiere vivir con otra pareja, pero los principios o las bases sobre las cuales esas parejas se unen son principios egoístas, de tal manera que cuando surge una situación diferente a lo común, y que les exige un verdadero compromiso, amor y sacrificio, no están dispuestas a darse y fracasan en la vida familiar.

Qué triste es cuando las personas no entienden realmente lo que es un compromiso de casarse y que a la hora de que vienen lo problemas es cuando definitivamente avientan la toalla, se echan para atrás, ya no se acuerdan de ese amor y ese compromiso, ese pacto que hicieron con la pareja de estar juntos independientemente de lo que suceda, estar hombro con hombro, luchando ya sea el uno por el otro, o bien en este caso, con los niños.

Qué importante es que usted entienda, que debe de aprender a amar a sus semejantes, en este caso, a su cónyuge y sus hijos. Qué decir cuando uno de los dos cónyuges sufre un accidente y de pronto quede lisiado o que quede impedido para hacer muchas cosas.

Hoy la sociedad les enseña a las personas “realízate y deja que cada quien se rasque con sus propias uñas”.

Conocí de cerca el caso de una mujer, profesora, quien al tener a su segundo hijo sufrió un problema médico: se enfermó con tétanos, y la mujer quedó postrada en cama, totalmente parapléjica, quedó ya sin la capacidad de poder moverse y el marido la abandonó al ver la responsabilidad que le quedaba y la magnitud del problema.