Por: Dr. Sergio H. Canavati Ayub

Cuántos jóvenes o personas maduras al intentarse quitar la vida quedaron sordos, ciegos, paralíticos y hoy sus vidas están discapacitadas en una forma definitiva y permanente.

Cuba es el país que presenta una de las mayores tasas de suicidios en América Latina, 13.6 por 100 mil habitantes en el año 2001. ¿Qué nos están mostrando estas estadísticas? Que la gente está desesperada, la gente está tratando de poner su esperanza en algo y que al no lograr la meta, el deseo, al no lograr que se cumpla la expectativa de la esperanza, viene frustración y viene el desánimo, la depresión, el desaliento y no pocas veces el suicidio.

El suicidio en el hombre casi cuadruplica al de la mujer y las franjas de edad más vulnerables son de los 20 y 25 años, de 40 y 44 años, y entre los 60 y 64 años de edad.

¿Por qué el hombre, si es un ser dotado de tantas virtudes, trata de quitarse la vida o se quita la vida 4 veces más que la mujer? ¿Qué lo lleva a ese intento frustrante? El ya no querer sufrir, vivir, luchar, y enfrentar problemas.

En el contexto latinoamericano, la mayor frecuencia de divorcios se observa entre los 20 y 30 años de edad. El 50% de los matrimonios fracasan, terminan en la ruptura matrimonial. ¿Por qué si el matrimonio era la esperanza de muchos para poder realizarse en la vida, hoy se constituye como un fracaso en nuestra sociedad?

La crisis económica por otro lado, está golpeando América Latina, está golpeando países de habla hispana y esto ha generado una serie de situaciones desesperantes, como la crisis económica de Uruguay, donde se estima que el número de suicidios se incrementaron en una forma alarmante.

En Argentina hay muchas personas con depresión y se han quitado la vida por la crisis económica; su esperanza estaba puesta en un gobierno que proveyera mayores fuentes de trabajo, de ingreso y al no lograrse, muchos están viviendo desánimo profundo, ya no desean vivir, su vida está llena de desesperación, angustia y trastornos emocionales.

En México, el 55% de los jóvenes, de los 15 a 29 años de edad, declaran haber tenido alguna relación sexual y la primera de ellas en promedio ocurrió alrededor de los 18 años.