La pérdida de la autoridad

Otro de los sentimientos que aqueja a las personas de la tercera edad es el ver que la autoridad que algún día tuvieron la han perdido. Esto es muy triste para estas personas; personas que durante mucho tiempo sirvieron y por el servicio que dieron, tenía autoridad para los demás, sus deseos tenían peso, de repente llegan a una edad en donde pareciera que no tienen ninguna autoridad.

Eso es un error muy grande. A las personas siempre hay que respetarlos independientemente de la edad que tengan, y si una persona que llega a una edad mayor tiene su mente lúcida, tiene claridad en sus pensamientos, hay que darle el lugar que se merece.

Es nuestra responsabilidad hacerle sentir bien los últimos años de su vida. Durante largos años ellos se ocuparon de nosotros...

Por supuesto, si no tiene claridad en sus pensamientos, aunque hay que respetarlo, evidentemente muchas veces se tendrán que tomar decisiones por ellos porque quizás no tienen la lucidez para tomar decisiones correctas, pero mientras la persona tenga lucidez en sus pensamientos, esté bien orientada en su plática, hay que respetarla y hay que respetar su autoridad que como anciano debe tener.

La persona de la tercera edad sufre cuando deja de ser objeto de admiración, de respeto y de agradecimiento. Todos sabemos que una persona productiva, que es fuerte, que tiene mucha lucidez en sus pensamientos, que tiene forma para proveer de alimento a su familia y quizás a otras personas también, eso le da autoridad y eso le da, cuando es una persona que sirve a su prójimo, admiración de parte de los demás, sin embargo cuando llega a ser anciano, esa forma de admirarlo, de respetarlo, de agradecerle parece que se les olvida a muchas personas.

No ignoro ni dudo que esa persona haya cometido muchos errores y a veces errores difíciles de entender, sin embargo, mientras esa persona la haya atendido y de alguna u otra forma haya sido un padre o una madre o una persona que vio por las necesidades de usted, debe prevalecer siempre el agradecimiento, el respeto y la admiración por esa persona.

Muchas de las personas que llegan a ser ancianos, son personas que a lo largo de su vida actuaron siempre responsablemente, proveyendo las necesidades económicas, materiales y también en ocasiones afectivas de su propia familia, y cuando ellos mismos se dan cuenta que ya no pueden suplir estas cosas, en ellos empiezan a generarse un estado de tristeza, melancolía y en ocasiones de angustia por ver que ya no son lo que antes eran.

Es nuestra responsabilidad hacerle sentir bien los últimos años de su vida. Durante largos años ellos se ocuparon de nosotros, ahora ellos necesitan de nosotros y es una responsabilidad cristiana ver por estas personas en estos años cuando las fuerzas decaen, respetarlos, honrarlos, darles su lugar y evitar en la medida de nuestras posibilidades esos sentimientos de soledad, de tristeza, de frustración, para que ellos tengan una vejez digna, una vejez adecuada y que no estén en un contexto de melancolía y de sufrimiento constante.
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